26/10/2025
Hay cosas que en el Meta ya parecen normales, aunque no deberían serlo. Una de ellas es el pésimo servicio de Cofrem, la caja de compensación que lleva décadas viviendo del aporte de miles de trabajadores y empresas, pero que ofrece muy poco a cambio.
Sí, Cofrem está entre las cajas con mayor recaudo del país, pero si alguien me preguntara en qué se nota, no sabría qué responder. Porque mientras en el papel aparecen cifras millonarias, en la realidad lo que vemos son sedes deterioradas, procesos lentos, mal servicio y una estructura más preocupada por la política que por los afiliados.
Basta observar dónde están sus directivos: no en las filas con los usuarios, sino en tarimas y eventos políticos. Y ahí está el problema. Una entidad que debería ser símbolo de bienestar social, terminó convertida en una maquinaria que funciona al ritmo de las campañas. No se sabe si Cofrem trabaja para la gente o para los votos.
Su director, Orlando Solano, es un ejemplo de permanencia sin resultados: más de veinte años en la entidad y nada cambia. Cofrem cumple 58 años, pero parece llevar 40 repitiendo el mismo guion: promesas, fotos y discursos, mientras los servicios siguen igual o peor.
Hace unos días estuve en el Hotel Alcaraván, de Colsubsidio, muy cerca de la vía a Puerto López. La diferencia es abismal. Desde que uno llega, se nota la inversión, el cuidado, el respeto por el afiliado. Es otro nivel, como si fuera otro país.
Y aclaro: esto no es un texto patrocinado, es la simple tristeza de ver que una caja con tanto dinero y tanta historia en el Meta no haya logrado ofrecerle a sus afiliados ni la sombra de un servicio digno.
Mientras Colsubsidio muestra innovación, instalaciones impecables y atención de calidad, Cofrem sigue con hoteles que se caen a pedazos, sedes administrativas donde nada funciona, colegios donde los recursos parecen no llegar y una atención al usuario que raya en la indolencia.
Y lo más grave: la gente ya se resignó. Muchos pagan sin saber para qué. Cofrem se volvió un “mal necesario”, un monopolio que no se puede cuestionar porque simplemente no hay competencia.
¿Hasta cuándo vamos a permitir que una entidad que debería generar bienestar sea, en cambio, una muestra viva de la mediocridad institucional?
¿Hasta cuándo vamos a aceptar que siga funcionando como fortín político mientras los usuarios siguen esperando un servicio decente?
Si este texto llega a manos de quienes dirigen Cofrem, que al menos sirva para abrir una discusión seria. No para atacar, sino para exigir. Porque las cajas de compensación no son botines, son instrumentos sociales.
Y si Cofrem no cambia, o no puede cambiar, tal vez ya es hora de abrirle espacio a otras cajas, que traigan competencia, transparencia y resultados.
Los trabajadores del Meta merecen más. Mucho más.
Cofrem Caja de Compensación