
08/06/2025
El atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, ocurrido la tarde del sábado 7 de junio en la localidad de Fontibón, ha despertado una dolorosa memoria nacional: la de una Colombia marcada por la violencia política, los magnicidios y el miedo constante que caracterizaron las décadas de 1980 y 1990.
Durante esos años, el país fue escenario de una serie de atentados y as*****tos contra figuras clave de la política nacional, entre ellos Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Álvaro Gómez Hurtado. El terror, entonces impulsado por el narcotráfico y los conflictos armados, sembró un sentimiento de inseguridad en torno a la participación política.
Hoy, más de tres décadas después, el ataque a Uribe Turbay quien recibió varios disparos en la cabeza durante un evento de campaña parece devolver a Colombia a aquel oscuro capítulo de su historia. El congresista fue trasladado de urgencia a la Clínica Santa Fe, donde permanece en estado crítico tras una intervención quirúrgica. El parte médico es reservado y su situación de salud genera preocupación a nivel nacional.
La agresión contra Uribe Turbay, miembro del partido Centro Democrático y una de las figuras visibles en la actual contienda presidencial, representa un duro golpe a la democracia y a la estabilidad institucional del país. Diversos sectores políticos han expresado su rechazo absoluto al uso de la violencia como forma de expresión o presión política, y han exigido garantías para todos los candidatos en campaña.
“Esto no puede ser una repetición de los años más dolorosos de nuestra historia”, afirmó un senador durante una sesión extraordinaria en el Congreso convocada la noche del sábado. “No podemos permitir que el miedo regrese a los escenarios políticos.”
Para muchos colombianos, este atentado reaviva heridas que aún no terminan de sanar. Las redes sociales, los medios de comunicación y los líderes de opinión han coincidido en un mensaje: Colombia no puede permitirse volver al pasado. La seguridad de los actores políticos, la transparencia electoral y el rechazo a cualquier forma de violencia deben ser prioridades absolutas en el presente proceso electoral.