28/10/2025
¡El drama de Aida Merlano y el joven chocoano que nadie escuchó! ¿Por qué nos gusta destruir sin piedad?
En un país donde la cultura del linchamiento parece ser la norma, hasta el más humilde y callado tiene su momento bajo el reflector de la crítica destructiva. ¿Recuerdan al joven chocoano que se vio envuelto en el escándalo con Aida Merlano? Sí, ese chico que, desde el principio, siempre defendió su versión de los hechos… ¿y quién lo creyó?
En lugar de ofrecerle el espacio para hablar y ser escuchado, su verdad fue arrasada por un mar de comentarios despectivos, burlas e insultos. El resultado: un joven en depresión, acosado por las sombras de la calumnia. Pero en esta historia no se trata solo de un chico, sino de un sistema que, al parecer, prefiere silenciar a las víctimas antes que confrontar las duras realidades que acechan a quienes nos rodean.
Y mientras tanto, Aida Merlano sigue su discurso de empoderamiento vacío, repitiendo sin cesar lo mismo una y otra vez, mientras el verdadero daño se sigue haciendo. ¿Por qué será que nos cuesta tanto escuchar la versión de los otros antes de tirar la primera piedra?
La cruel realidad es que este joven fue aplastado por una máquina de destrucción mediática que no entiende de matices. La gente no se detuvo a pensar: "¿Y si está diciendo la verdad?" No. Fue mucho más fácil dejarse llevar por la ola de comentarios que lo tildaron de mentiroso. Y mientras todo esto ocurría, ella repetía patrones, manipulando con cada palabra, mientras él, víctima de la cruel injusticia, simplemente pedía un respiro.
Es fácil juzgar desde el sillón y las redes sociales, pero pocos se paran a pensar que hay vidas en juego. Los daños emocionales que causamos con nuestras palabras, con nuestras publicaciones, con nuestra indiferencia, son irreparables. Pero claro, la salud mental solo importa cuando ya no hay vuelta atrás.
Hoy, al menos yo, le creo al joven. Porque sé que existen personas tan dañinas como Aida Merlano, que con su manipulación destruyen sin mirar atrás. La pregunta es: ¿seguiremos aceptando este espectáculo de circo donde todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario? O, por fin, aprenderemos a escuchar antes de destruir.
¡Reflexionemos y cambiemos la narrativa!
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