01/10/2024
𝐉𝐢𝐦𝐦𝐲 𝐁𝐨𝐜𝐡 𝐞𝐧 𝐂𝐚𝐫𝐭𝐚𝐠𝐞𝐧𝐚
Por: Rubén Darío Álvarez P.
El jueves 26 de septiembre de 2024, el trombonista norteamericano Jimmy Boch llegó a Cartagena invitado por el Festival voces del jazz, que lo había programado para un conversatorio, un master class y un concierto.
La primera vez que escuché hablar de Jimmy Boch fue en 1999, cuando vino a la ciudad de Barranquilla a participar en el festival llamado Barranquijazz, donde presentó su reciente disco compacto “Salsa dura”, el cual llegó a mis manos por intermedio del periodista cartagenero Manuel Lozano Pineda, fundador y director del Festival voces del jazz.
En “Salsa dura”, Jimmy Boch se hIZO acompañar de gente brava de la salsa como Chucho Valdez, Alfredo Valdez Jr., Herman Olivera, Steve Turret y Louis Bauzo, entre otros inconmensurables de la música afroantillana.
Para esa época tenía mi difunto cuñado, Ángel “El Babín” Cardona Pimientel, un equipo de sonido al que bautizó como “El Babín Súper Stereo Laser”, el cual encendíamos los domingos desde por la mañana y con la salsa que siempre se ha escuchado en Cartagena. Pero la producción de Jimmy Boch se convirtió en una verdadera novedad.
Canciones como “La cacharra”, “Toco el trombón” y “Vengo de amor” se convirtieron en los temas banderas del Babín Stereo, aunque el resto de canciones las disfrutaba yo solo en la intimidad de mi vivienda.
De verdad que era, para mí, una delicia escuchar esa salsa pesada, pero sabrosa, llena de maestría, corazón y alma, puesto que un tiempo atrás —y ante la avalancha diaria de salsa romántica— había pensado que ya no había nadie interesado en hacer salsa dura, como pasaba en las décadas de los setenta hacia atrás.
Pero enhorabuena me equivoqué. Ahí estaba Jimmy Boch para decirme que todavía había titanes empeñados en no dejar morir la salsa de tambores y soneos vibrantes, por lo cual empecé a averiguar por la vida del trombonista; y fue así como supe que había sido integrante del Conjunto Libre, de Manny Oquendo; y que había colaborada en muchas grabaciones y conciertos de colosos como Rubén Blades, Celia Cruz, Cachao, Eddie Palmieri, Ray Barreto, W***y Colón, Óscar de León y The Fania All Star, por mencionar a sólo los más relevantes.
También logré conseguir el compacto “Soneando trombón”, que contiene los cortes “Descargarana” y “Otra oportunidad”, que tanto se programan en las parrandas de los legítimos conocedores de la salsa.
Más adelante me conseguí “El avión de la salsa”, que poco se programa en Cartagena, pero que tiene la misma calidad orquestal de los dos anteriores. Aunque había algo que me llamaba la atención: las canciones contaban historias de vida, pero carecían de las acostumbradas rimas que usan los compositores en idioma castellano. “Que vaina rara”, me dije, aunque no tan nueva, porque en la década de los noventa alcancé a escuchar que La orquesta de la luz también solía exhibir canciones que no hacían gala de la rima por ninguna parte. Supuse que eso obedecía al origen japonés de los integrantes.
Tal vez por eso, y refiriéndose el disco “Salsa dura”, un locutor cartagenero de la banda FM, famoso por su altanería e ignorancia, decretó que el disco de Jimmy Boch había sido “el peor de 1999”. Y, por supuesto, ninguno de los coleccionistas y melómanos serios estuvimos de acuerdo con tal aseveración, a la vez que confirmábamos que ese hipotético “disco malo” estaba siendo uno de los más vendidos en Estados Unidos y Europa.
En las páginas de www.youtube.com corren varios videos de Jimmy Boch cantando. Otra sorpresa para mí, porque no sabía que también vocalizaba. Y lo hace. Con voz áspera, un tanto gangosa y sin cortapisas, pero lo hace.
Entonces, la buena noticia musical de 2024 para los cartageneros amantes de la buena música latina era la visita de Jimmy Boch. Esa vez tuvimos la suerte de que Manuel Lozano nos escogiera a mí y al profesor Frank Patiño para dirigir el conversatorio con el trombonista.
Para entonces, estábamos ocupados en la conducción de nuestro programa radial “Son de máquina, el engranaje de la salsa”, sintonizado los sábados a las 3 de la tarde, por la emisora UDC Radio, de la Universidad de Cartagena. Allí programábamos, en su mayoría, salsa dura y temas poco conocidos entre los salseros de la capital de Bolívar.
Nos cayó de pedrada la invitación a ser los moderadores de Jimmy Boch, a quien recibimos en el Claustro de la Merced. Llegó igualito a como se ve en las gráficas de sus discos compactos y en los videos. Pero tenía una pinta rara: camisa color zanahoria, pantalón verde oliva, medias zanahoria y zapatos negros de cuero.
En la mano derecha cargaba un estuche rojo, brillante y alargado, el cual intuimos que era su trombón. No bien había entrado al claustro, cuando las pocas personas que estaban con nosotros le cayeron en chagua para estrecharle la mano y felicitarlo por su música.
Por mi parte, le hice saber que llevaba más de veinte años escuchando sus grabaciones y esperando verlo algún día. Acto seguido, y como para ratificar la información, le mostré mis tres discos compactos, pero él se fijó en el único pirateado.
—¿Y por qué no lo compraste original?—, me preguntó.
—Porque en Cartagena no se encuentra—le respondí.
Luego vinieron varias sesiones de fotos hasta que nos exhortaron a entrar al salón donde se haría el conversatorio. Y vaya sorpresa: el recinto, que debería haber estado repleto de músicos y coleccionistas de discos de salsa, contaba a duras p***s con unos diez gaticos, quienes ya lucían caras de aburridos ante la demora del personaje.
A los conductores del conversatorio también nos tocó el papel de escenógrafos, poniendo una mesa, tres sillas y varias botellas de agua fría. Diez minutos después de haber empezado la charla, fueron llegando, poco a poco, algunos curiosos armados de cámaras y trípodes para captar las palabras en spanglish que expresaba Jimmy Boch, quien a veces no entendía algunos términos que escuchaba entre el público.
El trombonista pronunció la palabra “moña”, para referirse al intermedio —o mambo— de cada canción salsera, pero el profesor Frank Patiño le explicó que en la jerga de los músicos del Caribe colombiano se utiliza para hablar del rebusque de los instrumentistas y cantantes que no tienen un grupo definido.
“Ellos —explicó Patiño— cuando les sale un contrato fortuito, dicen que van a reunir varios músicos para ‘matar una moña’. Por eso al músico no organizado le dicen ‘moñero’, término que a veces posee una connotación despectiva”.
Más adelante, el invitado explicó que aunque nació en New Jersey se siente puertorriqueño, puesto que sus padres nacieron en Puerto Rico y toda la cultura que recibió de ellos estaba relacionada con la cotidianidad de la isla.
“No importa en qué parte del mundo hubiera nacido. De todas maneras me iba a sentir puertorriqueño”, afirmó trayendo a colación su canción en ritmo de bomba, “Crisis de identidad”, donde cuenta que en los primeros años de su vida, habiendo aprendido el idioma inglés, se sentía desubicado respecto a sus orígenes, hasta que supo que la familia Boch es de la localidad de Arecibo y siente mucho orgullo por sus raíces. “Yo soy de Puerto Rico y se acabó la confusión”, sentenció.
Seguidamente relató que, cuando tenía unos once años de edad, la escuela donde estudiaba se aprestaba a formar una orquesta “y yo me ofrecí para integrarla. Me referí, específicamente, a que quería estudiar el saxofón, pero me respondieron que ya tenían saxofonista y que lo que estaban necesitando era un trombonista. Entonces, no me quedó otra salida que dedicarme a ese instrumento, que, en todos estos años, me ha dado muchas satisfacciones”.
Era aún un jovencito cuando estudiaba música y se hizo profesional integrando varias orquestas de merengue dominicano, de las cuales salió hacia Nueva York, específicamente al barrio El Bronx, donde funcionaba el bar El cabo rojeño, que empezó a visitar con mucha frecuencia.
“Una noche —contó— presentaron al Conjunto Libre. Ahí estaban Andy González y Manny Oquendo a quienes les pedí que me dejaran tocar. Bueno, a quien le comuniqué mi deseo fue a Andy, quien fue a consultar con Manny, y escuché cuando este último dijo: ‘que se suba, si se atreve’. La sección de los metales estaba integrada por Steve Turret, Joe Rodríguez y Papo Vásquez. Toqué una tanda con ellos, y en 1977 ya estaba integrando la banda”.
En el Conjunto Libre actuó por diez años, pero al mismo tiempo colaboraba en grabaciones de otras orquestas y cantantes.
“Ap***s salí del Conjunto Libre me fui para la orquesta de Marc Anthony, donde me pagaban bien, pero me sentía incómodo porque tenía que ceñirme estrictamente a las partituras y no había espacio para que hiciera las improvisaciones que a mí me gustan. Yo les decía en broma a los músicos: ‘muchachos, les pago para que me dejen hacer un solo’. Cuando llegué a esa orquesta, Marc Anthony no presentaba a sus músicos. Todo el protagonismo se lo llevaba él, pero a partir de mi periplo ahí comenzó a hacerlo”.
Dijo que una de las colaboraciones que más le gustaron fue la que hizo, en 1995, para la canción “Tras la tormenta”, perteneciente al long play del mismo nombre, producido por W***y Colón y Rubén Blades.
“Ahí me sentí como pez en el agua, aunque nunca me dieron el crédito”, sostuvo y agregó que también logró muchas colaboraciones con Eddie Palmieri e Israel López “Cachao”. Con este último grabó la descarga “Lluvia, viento y caña”, donde también le dieron la oportunidad de que se sintiera libre de improvisar.
“Hasta el momento —continuó— he colaborado en más de cien producciones. Tengo algunas de ellas en mi casa”.
Igual se le interrogó por la causa de no ponerles rimas a sus canciones, a lo que respondió:
“Es que yo voy componiendo mis canciones como me salgan. Tengo la fortuna de que se me ocurren simultáneamente la letra y la melodía, pero no tengo cuidado si lo que digo lleva rima o no la lleva, porque lo que más me interesa es que quede claro lo que quiero decir”.
En 1998 publicó el primer disco compacto con orquesta propia. Se llama “Soneando trombón”, y en esa producción se atrevió a cantar dos canciones: “Muy joven para mí” y “Soy padre”, donde el trombonista hace la introducción y Herman Olivera se encarga de los soneos.
En 1999 publicó el compacto “Salsa dura”, en donde introdujo algunos cortes jazzísticos, por lo cual se le preguntó que en cuál de los dos géneros se siente mejor.
“Yo soy salsero. Puede que haga algunas colaboraciones con grupos de jazz, tanto para grabaciones como para presentaciones, pero mi esencia es salsera, porque con la salsa pienso más en el público. En el jazz se exhibe el músico con su instrumento, y hasta ahí. Pero en la salsa uno puede hacer que el bailador se emocione y le dé rienda suelta a su cuerpo. Para mí es fundamental pensar en el bailador”.
La segunda producción fue “Salsa dura”, donde no cantó, pero incluyó la canción “La noticia”, dedicada a su hermano Ricky, quien murió en Nueva York, mientras Jimmy Boch estaba en Bogotá haciendo una gira musical que debió suspenderse cuando lo llamaron para darle la mala nueva.
“Nadie tiene por qué terminar como mi hermano”, dijo cuando le preguntaron por unos consejos para los jóvenes músicos. “Les recomiendo que se respeten ustedes mismos y respeten su trabajo. Yo, desde hace años, decidí que no le iba a tocar gratis a nadie. Ahora tengo 65 años y sigo dispuesto a colaborar con todo el que me necesite, pero mi trabajo no lo regalo”.
En 2004 publicó “El avión de la salsa”, donde no cantó; y cinco años después dio a conocer el compacto “A millón”, donde invitó a la cantante colombiana Johanna Castañeda, para que interpretara la canción “Mujeres mandan”, de la autoría de Jimmy Boch.
La charla terminó con una improvisación del borinqueño, que fue acompañada por los asistentes haciendo con la clave cubana con las palmas.
Posteriormente, se desató otra avalancha de fotos y grabaciones de glosas para programas de radio y televisión, con la consiguiente invitación al master class del viernes y al concierto el sábado.
Hecho lo propio, el trombonista tomó su instrumento y salió del claustro cuando ya el sol se estaba convirtiendo en sombras.