10/09/2025
"Crónica de un fantasma"
"Crónica de un fantasma"
Una noche cualquiera se vio a sí mismo, y en medio de su soledad lloró en silencio sobre una piedra. Supo que su vida se había convertido en un deshecho. No tenía nada; ni plata, ni fuerzas, ni un lugar digno dónde pasar la noche. Su cama era un cambuche armado con cartones, en pleno basurero del caño Maizaro, en Villavicencio. Ahí, entre moscas y ratas, se escondía del mundo, estaba viviendo su propia tragedia.
Lo suyo fue una caída vertiginosa. Bastaron seis meses desde que, por simple curiosidad, y sin que nadie lo obligara, en una tarde de amigos probó el bazuco. Muy rápido esa droga lo arrastró de ser un estudiante brillante de la Universidad Nacional, y orgullo de su familia, a estar totalmente desnudo, perdido en algún cambuche del 'Cartucho', ese barrio ma***to de la Bogotá de los ochentas y noventas, donde la droga se tragaba la vida de miles de hombres, y mujeres que terminaron siendo solo eso; fantasmas que eran vistos como escoria por una sociedad que, como la nuestra, para entonces no entendía que las adicciones no distinguen credo, edad, ni clases sociales.
Elkin sucumbió en ese in****no. Pasó incontables noches revolcándose en callejones, días enteros con hambre y frío, llevaba aún fresca la cicatriz de una puñalada que casi lo mata, tenía tuberculosis, una mano inservible, y un daño grave en sus pulmones; era el fruto de al menos diez años perdido en la indigencia por cuenta de su adicción.
Su familia intentó rescatarlo una y otra vez, hasta que la paciencia se acabó. Una noche fue a su casa, pero su madre, doña Hermelina, en un acto de profundo amor y dolor, esta vez le cerró la puerta, y no lo dejó entrar. Supe después que, luego de cerrarle las puertas, ella lloró toda la noche, como si estuviera enterrando a su hijo vivo. No se imaginaba ella que con su valentía, acababa de encontrar el camino correcto para su muchacho.
Esa noche Elkin se sintió más solo que nunca, otra vez durmiendo en el basurero. El hedor era insoportable. Se levantó en el cambuche, a revisar qué carajos olía tan mal . Revolvió bolsas, levantó cajas, pateó cartones… y entonces entendió que lo que olía mal no era la basura. Era él... Su propio cuerpo apestaba.
Creo que fue ese choque contra la realidad lo que al final lo quebró. Sentado en una piedra, la que hacía de cama, vio pasar toda su vida en segundos; recordó los días felices en la universidad, las navidades en casa, las risas de su familia, pero también las noches frías en algún cambuche debajo de un puente.
Fue ahí, con el cuerpo sudoroso por la ansiedad, con su cara empapada en lágrimas, que lloró, y lloró como un niño, tal vez durante horas. Lloraba porque ya no le quedaba nada más que perder. Y en medio de esa catarsis, no sabía si cumpliría; pero se juró a sí mismo que nunca más volvería a meter droga en su cuerpo.
Al día siguiente buscó ayuda. Se internó en una fundación para adictos, de donde meses después, salió con otro espíritu. Claro, ya nadie creía en él, no tenía un peso en el bolsillo, pero su fe casi testaruda lo animó y, contra todo pronóstico, consiguió que una señora le fiara el arriendo de una casita en el barrio 20 de Julio, y ahí abrió las puertas para ayudar a otros fantasmas que, como él estaban en la calle, y perdidos en el mundo de la adicción.
Así nació la Casa del Alfarero en Villavicencio, hace ya casi treinta años. Desde entonces, miles de habitantes de calle adictos, hombres y mujeres han pasado por esa fundación que, también recibe abuelos que quizá no son adictos, pero que están en la calle, pasando hambre y abandonados a su suerte.
Muchos que antes fueron adictos e indigentes, han vuelto a levantarse, a reencontrar a su familia, a recuperar el sentido de la vida, y a ser útiles a la sociedad. Elkin por su parte, nunca volvió a probar el alcohol ni las dr**as. Se mantuvo firme. Y lo que parecía imposible, se lo logró.
Esta semana cumplió 25 años completamente sobrio, y su ejemplo le ha valido reconocimientos de todo tipo: En 2017 por su obra social recibió el premio Titanes Caracol, y ya ha recorrido todo el país contando su historia en los barrios, en colegios, escuelas y universidades. En cada diciembre organiza novenas navideñas para cientos de niños vulnerables a quienes sorprende siempre con un regalo. Sabe que no tiene dinero, pero tiene amigos, gente bondadosa que apoya su obra.
Su historia es tan impactante que ha sido condecorado hasta por el Congreso de la República, y la propia universidad de Harvard, en Estados Unidos, lo invitó para escuchar de su propia voz esa historia tan dura pero a la vez tan inspiradora, donde cuenta cómo alguien que lo perdió todo, pudo volver a la vida.
Lejos quedo el esquelético fantasma; hoy Elkin Zapata Valencia es Concejal de Villavicencio, y más que eso, el tipo es la prueba de que hasta en el basurero más hondo, en lo peor de la indigencia, puede nacer un milagro.
Desde Entérate Villavo le rendimos un homenaje, no solo a su fortaleza para vencer la adicción, sino también a la obra social que viene haciendo ininterrumpidamente desde hace más de dos décadas, día a día rescatando del in****no de las dr**as a quienes un día estuvieron tan perdidos como él.