15/12/2025
Empatía como garrote: cuando la política se vuelve una secta moral
Hay una frase que suena bonita y, por lo mismo, es peligrosa: “tu postura política dice mucho de ti”.
No porque sea siempre falsa —la política puede reflejar valores— sino porque hoy se usa como atajo para evitar lo único que debería sostener el debate público: razones, evidencia y responsabilidad.
El texto que circula por redes (ese que convierte el voto ajeno en un “aval de as*****to y tortura” y lo declara “desconectado de lo humano”) no busca persuadir. Busca expulsar.
Es un mecanismo de control social: si no te alineas, no eres solo incorrecto; eres moralmente indigno.
Eso no es empatía. La empatía que se usa como garrote no es empatía: es poder. Es chantaje moral.
Y cuando una sociedad normaliza el chantaje moral, ocurren tres tragedias:
1️⃣ Primero: se reemplaza el pensamiento por identidad. Ya no importa qué política reduce más daño, mejora ingresos reales o fortalece derechos; importa si estás “del lado correcto”. Se vuelve un test de pureza.
Quien discrepa, automáticamente “odia a las mujeres” o “avala la tortura”. El debate muere, y con él la posibilidad de corregir errores. Cuando la política se vuelve un test de pureza, la corrupción encuentra casa.
2️⃣ Segundo: se construye una impunidad perfecta, la del que se cree bueno por definición. El moralista deja de evaluarse con los mismos estándares que exige. Y ahí Chile tiene lecciones recientes, incómodas y documentadas.
Si la superioridad moral fuera un escudo real, el Caso Convenios no existiría. Pero existe.
Vimos transferencias a fundaciones como Democracia Viva, investigadas por fraude al fisco, protagonizadas justamente por quienes decían venir a sanear la política. ¿Qué haces cuando el propio bloque de "los buenos" termina bajo sospecha?
Lo mismo ocurre con la arista ProCultura o el fallido plan “Gas de Chile”.
Este último fue anunciado como una medida de justicia social, pero terminó con un informe de Contraloría lapidario sobre irregularidades y falta de restitución de recursos a ENAP.
Moralizar al que “vota por economía” mientras tu propio sector protagoniza diseños fallidos y costosos no es empatía: es autoindulgencia ideológica. La moral declarada no reemplaza controles, trazabilidad ni sanciones.
3️⃣ Tercero: el chantaje moral fabrica el fenómeno que dice combatir. Cuando le dices a alguien “si votas distinto eres inhumano”, no lo vuelves mejor. Lo empujas a dos salidas: o se calla por miedo (censura social), o se radicaliza por rabia. El adversario ya no necesita demostrar excelencia; le basta con señalar tu hipocresía.
Aquí viene el punto central: la frase “tu voto te define” no es un argumento; es una coartada para no pensar.
Votar no es firmar una biografía moral. Votar es escoger —a veces entre opciones malas— con información incompleta, bajo incertidumbre y priorizando riesgos distintos. Una persona puede votar por “orden” o “economía” sin “amar la tortura”, igual que alguien puede votar por “derechos” sin estar vacunado contra el amiguismo. Si tu argumento necesita llamarme inhumano para no responderme, tu argumento ya perdió.
La política adulta empieza donde termina el infantilismo moral. Si alguien quiere hablar de empatía en serio, que haga esto:
Separa fines de medios. “Rechazo la tortura” (fin) no demuestra que tu candidato sea capaz de reducir la violencia (medio). Eso se prueba con gestión y resultados, no con intenciones.
Aplica la misma vara a los propios. Si tu moral solo sirve para golpear al otro y nunca para exigir rendición de cuentas a tu lado, entonces no es moral: es propaganda.
Deja el diagnóstico psicológico. Afirmar “desconexión con lo humano” es teatro narcisista: te hace sentir superior y te evita el trabajo de entender.
Hay una prueba infalible para detectar si estás pensando o solo estás performando virtud: ¿Tu postura soporta que la sometas a la misma evidencia que le exiges al adversario?
Si la respuesta es no, no estás en política: estás en una religión. Y el país no se administra con superioridad moral, se administra con competencia, controles y consecuencias.
✏️ Aharón Valdés
Puedes enviar tus opiniones a [email protected]
Y tú, ¿qué opinas?