20/01/2025
HISTORIA DE LA BARBA
Mesopotamia y Egipto
En las civilizaciones mesopotámicas, los hombres solían lucir grandes barbas que se consideraban un signo de estatus y respetabilidad, y las cuidaban con esmero, adornándolas y rizándolas.
Posteriormente, en los primeros tiempos del Antiguo Egipto, la tendencia fue el afeitado total de cabeza y cara, excepto cuando se guardaba el duelo por alguien fallecido, en cuyo caso se dejaba crecer la barba durante 60 días. Los faraones solían adornar sus barbillas con una fina y larga barba postiza, especialmente en las grandes ocasiones, para emular al Dios Osiris.
Grecia y Roma.
En la Antigua Grecia, la barba era símbolo de sabiduría, madurez y virilidad. Muestra de ello es que uno de los castigos que se les imponía a los espartanos que mostraban cobardía en la batalla era afeitarles la barba. Más tarde, Alejandro Magno cambió la tendencia cuando ordenó a sus soldados que fueran afeitados para impedir que sus enemigos les agarrasen las barbas durante el combate.
Hacia el año 296 a. C. apareció en Roma la figura del tonsor (el barbero/peluquero de la época), introducida desde Sicilia por el senador Tinicius Mena. El general y cónsul Escipión el Africano fue la primera personalidad importante de la Antigua Roma que afeitaba su rostro a diario.
El emperador Adriano volvió a poner de moda la barba en el s. II d. C. al dejársela crecer, y se cree que lo hizo para ocultar sus cicatrices.
De la Edad Media al Siglo XX.
Durante la Edad Media, la tendencia variaba dependiendo del momento y el lugar. Muchos de los primeros reyes medievales de la actual Francia lucían largos cabellos y tupidas barbas. A partir del Siglo VIII las barbas comenzaron a ser vistas como paganas en occidente, hasta el punto de ser consideradas motivo de excomunión.
Durante el Renacimiento se siguieron diferentes tendencias. En el S. XVI era habitual en algunos círculos llevar barbas extremadamente largas, como la de Leonardo da Vinci.
En el S. XVIII, el zar ruso Pedro el Grande comenzó a cobrar un impuesto por llevar barba, con el fin de que la población se pareciera más a la europea, donde el vello facial ya estaba algo pasado de moda.
Después de un periodo en el que la barba no gozó de mucha popularidad, a mediados del s. XIX muchos hombres poderosos se dejaron crecer la barba. Uno de ellos, el presidente de EE UU Abraham Lincoln, lo hizo por la petición que le hizo una niña de 11 años, que le sugirió en una carta que se dejara crecer la barba para mejorar su aspecto y disimular la delgadez de su cara. La pequeña Grace Bedell le prometió que, a cambio, trataría de convencer a su familia para que lo votarán en las elecciones.
- Fuente: Muy Interesante