17/09/2025
El Gran Premio de los Estados Unidos se disputó por primera vez en 1959 en Sebring, Florida, marcando el inicio de la Fórmula 1 en suelo estadounidense. Un año después se trasladó a Riverside, California, pero pronto encontró estabilidad en Watkins Glen, Nueva York, donde se convirtió en un clásico del calendario entre 1961 y 1980. Durante esos años, el trazado se ganó fama por su ambiente único y por albergar grandes duelos de pilotos legendarios como Jackie Stewart, Emerson Fittipaldi, James Hunt y Niki Lauda.
En los años ochenta comenzó una etapa itinerante. La F1 buscó conquistar al público norteamericano y llevó la carrera a lugares como Las Vegas (1981-1982), en un improvisado circuito en el estacionamiento del Caesars Palace; Detroit (1982-1988), con un difícil trazado urbano; y Dallas en 1984, que solo duró una edición debido al calor extremo y problemas en el asfalto. Entre 1989 y 1991, la cita se trasladó a Phoenix, Arizona, también en un circuito urbano, pero sin lograr gran éxito de público.
Tras un período de ausencia en los años noventa, el Gran Premio regresó en 2000 en Indianápolis, con un circuito mixto que combinaba parte del famoso óvalo con una sección interna. Allí se vivieron carreras memorables, pero también el polémico episodio de 2005, cuando solo seis autos tomaron la salida por problemas con los neumáticos Michelin, dejando una de las imágenes más controvertidas en la historia de la F1. Finalmente, la etapa de Indianápolis terminó en 2007, y la categoría volvió a marcharse del país.
El renacer llegó en 2012 con la inauguración del Circuit of the Americas (COTA) en Austin, Texas, un trazado moderno diseñado específicamente para la Fórmula 1. Desde entonces, el GP de Estados Unidos ha recuperado estabilidad y popularidad, convirtiéndose en uno de los eventos más concurridos del campeonato. Hoy, junto con los nuevos Grandes Premios en Miami y Las Vegas, forma parte del crecimiento explosivo de la F1 en Norteamérica.