
28/06/2025
Hace muchos años cuando entré a trabajar como asistente, mi primera impresión de mi jefe directo me hirió sin que él lo supiera. Yo me fui a presentar, pero él quería que le enviaran a otra persona en vez mío. El no me conocía.
Con los años creo que esto se olvidó. Y pasaron muchas cosas. Pasó la vida. La pandemia. Mis hijos. El se enfermó. El hackeo de la caja, la sobrecarga de pacientes. Cosas que hasta pena me da acordarme, como los berrinches que muchas veces hacia cuando estaba sobrecargada de trabajo.
Antes operábamos el mismo día en salas aparte. Pero nos veíamos casi siempre. O en la consulta. Eso me hacía sentir segura, yo la más junior y él con más años y experiencia siempre dispuesto a respaldarme.
Todo ha cambiado mucho y los horarios ya no coinciden. Y un día de estos recibí un mensaje: “vas al hospi?” “Tengo algo en el carro hace días para vos y además me hace falta verte” “te lo dejo en la jefatura”
Me derretí de ver cuánto llegó a conocerme en estos años. En la mesa una cajita de té de cardomomo con letras árabes comprada en quien sabe cuál barrio europeo, donde recordó que me encanta, con un papelito con esa letrilla inconfundible: “para Beatriz”
❤️ Gracias F. H.