20/01/2025
DeBEmos TiRAR MáS FOToS
Larry Martínez Díaz
El 2025 tiene pocos días de nacido, pero en materia de música ya va resultando prácticamente imposible ignorar el último lanzamiento discográfico del artista puertorriqueño internacionalmente conocido como Bad Bunny, quien bajo el título de Debí tirar más fotos ha acaparado nuevamente la atención mundial desde la salida de este material el 5 de enero.
Es justo admitir que cada uno de los discos de este popular y polémico artista ( este sería el séptimo si contamos el recopilatorio Las que no iban a salir) han generado un impacto innegable en la industria musical, marcando pautas para los sonidos urbanos y sobrepasando ampliamente los márgenes de la llamada música latina.
Pero con Debí tirar más fotos, Benito Antonio Martínez Ocasio no solo ha arrasado con los rankings globales de Billboard, Apple Music o Spotify, sino que lo ha hecho por primera vez compartiendo los focos, en este caso con Puerto Rico, la isla que inspiró de punta a cabo este material.
Entiéndase para los que no han escuchado el disco, que se trata de 17 canciones que se nos presentan como un mosaico sonoro de la geografía musical de la isla, donde no faltan ritmos como la plena, la bomba o la salsa; así como el reguetón, condensados con los sonidos contemporáneos del house y la música electrónica.
A ello se suman textos que muestran a un Benito más reflexivo que de costumbre, mucho más, y profundamente comprometido con sus raíces y la realidad política y social de su país. Y no es que en esta oportunidad el boricua no hable de alcohol y s**o, pero ciertamente en este disco se desmarca del discurso al que nos tiene acostumbrados, que además resulta habitual, recurrente y casi obligatorio en este estilo musical.
En Youtube por si fuera poco, durante la visualización de los temas, aparecen contenidos que abordan a modo de diapositivas la historia de Puerto Rico, su cultura, sus luchas sociales e incluso la fauna endémica de la isla, aspirando el álbum a convertirse en una herramienta didáctica (no turística) que nos acerca al país que fue, que es y el que probablemente sea, según alerta el artista.
Como hoy en día casi todos los debates usualmente se polarizan, unido al hecho de que en materia de arte (y de música específicamente) es muy común sobrevalorar o subestimar la obra de un creador, entonces no resulta extraño que ya muchos comiencen a idolatrar o minimizar este álbum, según la esquina del ring desde donde se escuche.
De esta forma, para algunos el disco obedece a una estrategia comercial fríamente calculada, con cambio estético incluido, como es usual en cada propuesta discográfica del boricua y carente de valores artísticos. Otros por el contrario, lo consideran una especie de obra maestra, creada al margen de los cánones de la industria y a contrapelo del mercado. Por supuesto, por tratarse de Bad Bunny, el disco en sí (o cualquier otra cosa que de este artista provenga) adquiere una resonancia superlativa y dificulta cualquier intento de análisis más o menos ecuánime.
Personalmente no creo que el Conejo Malo y su equipo se hayan tomado demasiados riesgos para la ocasión, ni mucho menos se me ocurre pensar que el álbum fue concebido de espaldas a la industria, en una suerte de suicidio comercial, sino todo lo contrario.
De hecho, este giro o acercamiento desde lo urbano hacia instrumentos, ritmos y elementos folclóricos no es una iniciativa tan reciente, ni tampoco atribuible a Bad Bunny; sirva de ejemplo el exitoso lanzamiento en el 2021 de El Madrileño, de C. Tangana, o el EP Afro, publicado por Ozuna en el 2023, dedicado al afrobeat de Nigeria; o la modernización de los corridos mexicanos, fusionados con el trap latino de Peso Pluma, entre tantos.
Sucede lo mismo con la presencia triunfante de la salsa (el plato fuerte de la isla) en el álbum, de la mano del Baile Inolvidable y La Mudanza, cuya aparición ha sido de las más celebradas sorpresas. Creo que aquí tampoco se puede calificar a Bad Bunny como pionero ni arriesgado, para ello téngase en cuenta la creciente lista de artistas urbanos que han validado el éxito casi seguro de esta apuesta: Rauw Alejandro, Karol G, o Nathy Peluso son algunos de ellos; e incluso el afamado productor Sergio George también se ha empeñado en revitalizar la salsa fusionada con lo urbano, mediante su proyecto Ataca Sergio, Urban Salsa Sessions, que incluye artistas como Lenny Tavárez, Jay Wheeler o Wisin.
En cambio esto no demerita para nada el logrado acercamiento del boricua a esta tendencia, ni a sus raíces musicales. Es evidente que cada referencia, ritmo y colaboraciones que aparecen en el disco, son el resultado de un profundo trabajo de investigación y previsión, en el que intervinieron muchas manos (y cerebros) encargados de la producción y arreglos de cada tema.
Por otra parte, sí se debe reconocer que no es usual en los miembros de esta camada de artistas, una proyección política tan profunda. Si bien Bad Bunny ya había dado señales de su activismo, en el 2019 junto a René Pérez y otros artistas en las manifestaciones contra el entonces gobernador Ricardo Rosselló, o denunciando las problemáticas de los habitantes de la isla en su tema El Apagón, del 2022, tal parece que la actual postura obedece más bien al resultado de su propia indagación y comprensión de la compleja realidad puertorriqueña.
Lo que no puede ponerse en duda, es que el Debí tirar más fotos abre un camino sobre el rumbo que también puede tomar el género urbano, de hecho abre muchos caminos y espero que el álbum no pase desapercibido para los músicos cubanos.
Entiéndase que no creo que tenga que ser Bad Bunny quien nos diga qué música hacer, ni cómo, pero sería sumamente valioso escuchar el disco sin complejos, de principio a fin y comprender que no siempre la creatividad, la experimentación y lo genuino son incompatibles con el mercado, ni con el éxito comercial de una obra.
El género urbano constituye la música latina con mayor alcance e impacto internacional y este álbum pone al descubierto, o al menos ratifica y renueva las enormes posibilidades que brinda su fusión con ritmos tradicionales, o estilos aparentemente incompatibles con su flow.
En Cuba el Taiger, era sin dudas el exponente más visible de esta poderosa mixtura. También tuvimos a Orishas (pionero en estas lides) pero su bregar musical se fue diluyendo mucho antes de que emergieran BB y sus coterráneos.
En este sentido, la importancia de una cuidadosa producción musical sale reforzada y el retorno de músicos e instrumentos al estudio de grabación, en convivencia con los loops y samples de la música electrónica es ya una realidad, avalada por la industria. Este punto de inflexión evidencia una evolución de los sonidos urbanos y anuncia una más rica diversificación con sus variantes regionales.
También el álbum invita a replantearnos la tan socorrida percepción de que para el caso cubano, nuestro reparto pierde su esencia barrial y su vínculo con la calle, cuando se intenta hacer de él, una propuesta más internacional. Ahora mismo no se me ocurre un disco más estratégicamente comercial que el Debí tirar más fotos, y es por mucho el más conectado de Bad Bunny con sus raíces, su barrio y su tierra.
Igualmente se valida al fin, la posibilidad de perrear moviendo además las neuronas y Bad Bunny se suma al camino que en la música popular ya habían marcado Ruben Blades, Juan Luis Guerra, o Calle 13, por solo mencionar algunos, pero que parecía un terreno inhóspito para las nuevas generaciones.
Por lo demás, no creo que haya magos ni profetas detrás del disco, pero no estaría mal quitarse el sombrero con humildad ante este Conejo, da igual si es Malo o Bueno y de paso, por qué no, tiremos también nuestras propias fotos.