18/12/2025
La huella eterna de Dulce María
"Amor es amar desde la raíz negra.
Amor es perdonar;
y lo que es más que perdonar,
es comprender…".
Dulce M. Loynaz
Como parte del programa de actividades organizado para conmemorar el aniversario 123 del nacimiento de Dulce María Loynaz, el centro cultural Hermanos Loynaz acogió este lunes el cierre de la Semana Loynaciana, con la participación de la investigadora cubana Zaida Capote. El encuentro tuvo lugar en el Patio de los Poemas, espacio habitual para las acciones literarias de la institución.
Durante la jornada, Capote impartió la conferencia ¿Por qué leer a Dulce María?, en un ambiente que combinó análisis crítico y presentaciones musicales a cargo de la cantautora, guitarrista y compositora Miriela Mijares y el grupo Estilo Propio, reconocidos por sus interpretaciones de textos de la autora.
La actividad reunió a escritores, docentes, estudiantes universitarios e investigadores, quienes participaron en un intercambio dedicado a la obra de la Premio Cervantes. El programa incluyó, además, una lectura colectiva en la que varios poetas compartieron versiones propias de versos emblemáticos de Loynaz, acompañados por la agrupación invitada, en un cierre marcado por la participación activa del público y el énfasis en la promoción de la literatura cubana.
La relación entre Dulce María Loynaz y : una historia de búsquedas, afectos y legado
Aunque su vida transcurrió principalmente en La Habana, la presencia de Dulce María Loynaz como una de las voces más altas de la literatura cubana dejó una huella profunda en Pinar del Río. No fue una relación cotidiana ni frecuente, pero sí lo suficientemente significativa como para formar parte de la memoria cultural de la provincia. Su obra, su figura y su paso por el territorio constituyen referencias esenciales para varias generaciones de escritores y promotores culturales.
La conexión no surgió de manera fortuita, se fue construyendo a partir de la curiosidad, la insistencia y el afecto de figuras de la cultura pinareña que, desde los años ‘60, se propusieron rescatar la presencia de la poeta en la vida pública del país.
Uno de los primeros en emprender esa búsqueda fue el pianista pinareño José Antonio Martínez de Osaba. En una época en la que poco se sabía sobre el paradero de la escritora —algunos creían que había emigrado junto a su esposo Pablo Álvarez de Cañas, y otros pensaban que aún vivía en La Habana—, Martínez de Osaba decidió indagar por su cuenta. Tras varios años de gestiones y consultas logró localizarla en 1969. A partir de ese momento iniciaron un intercambio epistolar y visitas frecuentes que dieron paso a una amistad duradera. Ese vínculo marcó el primer acercamiento real de Loynaz con la cultura de Vueltabajo.
Poco después, en 1971, el historiador Aldo Martínez Malo también estableció contacto con la autora. Entre ambos se desarrolló una relación intelectual intensa, sostenida por numerosas cartas que más tarde serían reunidas en el volumen Cartas que no se extraviaron. Con él, la poeta consolidó un lazo profundo con la provincia, que la reconoció en múltiples ocasiones junto a sus hermanos, igualmente figuras destacadas de la cultura cubana.
El vínculo alcanzó un punto decisivo en 1990, cuando Loynaz decidió donar su biblioteca personal a la ciudad de Pinar del Río. Ese fondo, compuesto por ediciones valiosas, primeras impresiones y ejemplares dedicados por autores relevantes, se convirtió en el núcleo del centro cultural Hermanos Loynaz, institución que desde entonces es un referente cultural en el occidente del país.
Más de tres décadas después, la relación entre la familia Loynaz y la provincia volvió a fortalecerse. En 2024, María del Carmen Herrera, heredera del patrimonio de la escritora, entregó al “Hermanos Loynaz” el Premio Cervantes que Dulce María recibió en 1993, gesto que consolida la presencia de su legado en la vida cultural pinareña.
Dulce María Loynaz no vivió en Pinar del Río, pero su paso por la provincia, la atención que recibió de sus instituciones culturales y la influencia que ejerció sobre escritores locales han tejido una relación que merece ser contada. Su obra continúa siendo estudiada, celebrada y revisitada, y su nombre forma parte del patrimonio literario que Pinar del Río reconoce como propio.
En un territorio donde la tradición cultural ha sido marcada por voces sólidas y diversas, la presencia de Loynaz se mantiene como un puente entre generaciones, un recordatorio de que la poesía —cuando nace desde la autenticidad— trasciende geografías y épocas.