
01/07/2025
Hace 9 años durante una estancia en Ecuador, fui invitado a "La Capilla del Hombre" para asistir a un evento social en la capital de dicho país; el sitio es un homenaje a la especie humana y forma parte del complejo cultural e histórico "Fundación Oswaldo Guayasamín" que salvaguarda la obra del artista cuya organización lleva el nombre. Un lugar muy acogedor y para mí fue un privilegio estar en una institución que forma parte de la identidad de esa nación, de América Latina y del mundo; que fue pensando e impulsado por el propio artista y reconociendo su talla, el honor fué superior.
Pero lo que con mayor fuerza me marcó ese día, fue una de las dos frases en letras de bronce que forman parte de la ambientación en las paredes de la planta inferior, por la inmensa profundidad que tiene y el impacto que causó en mí:
"...yo lloraba porque no tenía zapatos, hasta que vi a un niño que no tenía pies..."
Y es que no se trata de conformarnos con menos ni de renunciar a nuestros sueños, metas o crecimiento personal y económico; al contrario, es en la lucha por alcanzarlos donde encontramos propósito. Sin embargo, en ese camino, a veces perdemos de vista lo que ya hemos logrado y lo que nos sostiene, un plato de comida, un techo, una sonrisa sincera o la salud que nos permite seguir avanzando. La vida no nos pide que dejemos de aspirar a más, sino que no olvidemos honrar lo que ya tenemos, incluso si parece insignificante. Porque cuando damos por sentado lo básico, perdemos la brújula de la felicidad. El verdadero progreso no está solo en lo que acumulamos, sino en la capacidad de mirar atrás y alrededor con gratitud, sin que eso apague nuestro fuego interior.
¿Cuántas cosas has normalizado que, en otro contexto, serían privilegios?
Avanzar con ambición, pero pisando con humildad, es el equilibrio que convierte el éxito en plenitud.
Daniel AS Revé