22/04/2025
En memoria del Papa Francisco (1936–2025)
Ayer 21 de abril de 2025, en medio de la rutina, se detuvo el corazón del mundo creyente y no creyente por igual. Ha partido Jorge Mario Bergoglio, el hombre que durante doce años llevó el nombre de Francisco, no como título, sino como vocación. Inspirado en San Francisco de Asís, vivió su papado con humildad, compasión y una cercanía poco vista en las altas esferas del poder religioso.
Francisco fue, sobre todo, un Papa humano. Un pastor que abrazó a los pobres, a los excluidos, a los migrantes. Que no temía hablar de injusticia, de medio ambiente, de inclusión, de dolor humano. Que, sin perder su fe profunda, se atrevió a tender puentes entre religiones y culturas, a escuchar a quienes durante siglos habían sido silenciados.
Durante su pontificado, abrió espacios sin precedentes para las mujeres dentro de la jerarquía eclesial y llamó a la Iglesia a una reforma desde el corazón. Tal vez no logró todo lo que deseaba, pero logró algo aún más difícil: borrar buena parte de la sombra que pesaba sobre la institución que representaba. Y devolverle a millones de personas la esperanza en una espiritualidad viva, empática, y verdaderamente comprometida con el otro.
Hoy su partida duele. Pero su mensaje queda. Y su voz seguirá resonando allí donde alguien alce la mirada buscando un poco de luz en medio del desconcierto.
Gracias, Francisco, por recordarnos que la fe se mide en actos de amor.
Zum Gedenken an Papst Franziskus (1936-2025)
Gestern, am 21. April 2025, mitten im Alltag, blieben die Herzen der gläubigen und ungläubigen Welt stehen. Jorge Mario Bergoglio, der Mann, der zwölf Jahre lang den Namen Franziskus nicht als Titel, sondern als Berufung trug, ist von uns gegangen. Inspiriert vom heiligen Franz von Assisi, lebte er sein Papstamt mit Demut, Mitgefühl und einer Nähe, die man in den oberen Rängen religiöser Macht selten findet.
Franziskus war vor allem eines: ein menschlicher Papst. Ein Hirte, der die Armen, die Ausgeschlossenen und die Geflüchteten umarmte. Der keine Angst hatte, über Ungerechtigkeit, Umweltzerstörung, Ausgrenzung oder menschliches Leid zu sprechen. Der es wagte, Brücken zwischen Religionen und Kulturen zu bauen und jenen zuzuhören, die so lange überhört wurden.
Während seines Pontifikats öffnete er der Rolle der Frau innerhalb der Kirche neue Türen und rief zu einer Reform auf, die aus dem Herzen kommt. Vielleicht konnte er nicht alles erreichen, was er sich vorgenommen hatte – doch er erreichte etwas noch Schwierigeres: Er half, den dunklen Schatten zu mildern, der lange auf der katholischen Kirche lastete. Und schenkte Millionen Menschen neue Hoffnung auf eine lebendige, mitfühlende und menschennahe Spiritualität.
Sein Tod schmerzt. Doch seine Botschaft bleibt.
Und seine Stimme wird weiterklingen – überall dort, wo jemand in dunklen Zeiten ein kleines Licht sucht.
Danke, Franziskus, dass du uns gezeigt hast: Glaube zeigt sich in der Liebe.