
01/07/2025
A finales del siglo XVIII, muchos creían que la digestión era una simple mezcla de trituración y fermentación dentro del estómago, nadie sabía realmente qué pasaba ahí dentro. Nadie, excepto un científico con una curiosidad desbordante y muy poco asco: Lazzaro Spallanzani.
Spallanzani fue pionero en estudiar el proceso digestivo dentro de animales vivos. Les daba alimento en pequeños recipientes atados con cuerda, que luego recuperaba de sus estómagos tras unas horas. Así descubrió que un líquido misterioso, al que llamó jugo gástrico, era clave en el proceso.
Pero no se conformó con eso, decidió probar en sí mismo. Se cosía trozos de carne dentro de bolsitas de lino, se las tragaba y luego esperaba a ver qué salía, literalmente.
También se provocaba el vómito tras unas horas para examinar la carne y comprobar si se había ablandado. Sus hallazgos fueron claros: la digestión no era putrefacción, era un proceso químico dirigido por los jugos del estómago.
Hoy sabemos que tenía razón, el ácido clorhídrico y las enzimas del jugo gástrico descomponen los alimentos, matan bacterias y preparan todo para ser absorbido por el cuerpo, nada se pudre, todo se transforma.
Spallanzani no solo cambió nuestra comprensión de la biología, también nos dejó una valiosa lección: a veces, la ciencia avanza gracias a quienes están dispuestos a tragarse sus propias dudas.