28/04/2025
Oye, hoy iniciando la semana, hablemos de verdad, como si estuviéramos solos tú y yo, con un café en la mano.
¿Sabes ese n**o en el pecho cuando piensas en dar ese paso? Ese que te puede cambiar la vida, pero te paraliza. Ese es el miedo, amigo, y déjame decirte algo: es una trampa cruel. No es solo una vocecita que te dice “no estás listo” o “vas a fracasar”; es un ladrón que te roba tus sueños, tus días, tu futuro. Y lo peor no es el miedo en sí, es lo que pasa si lo dejas ganar: la frustración. Ese dolor profundo de mirar atrás y pensar “¿y si lo hubiera intentado?”. Ese arrepentimiento que te quema el alma y te hace sentir que perdiste algo que era tuyo.
Yo también lo he sentido. He estado ahí, con las piernas temblando, el corazón acelerado, queriendo correr en dirección contraria. Pero aquí va una verdad que me cambió todo: el miedo no se va esperando el momento perfecto. Ese momento no llega. Nunca. La única forma de hacer que el miedo se haga pequeño es enfrentarlo, aunque sea con un pasito torpe, con lágrimas en los ojos si hace falta. Cada vez que actúas, aunque sea con miedo, le das un golpe a esa pared que te detiene.
Imagina por un segundo: ¿quién serías si no dejaras que el miedo te frenara? ¿Dónde estarías? ¿Qué habrías logrado? Ahora, piensa en el dolor de quedarte donde estás, atrapado en la misma rutina, con esa vocecita que te dice “otro día perdido”. Ese dolor es mucho peor que cualquier caída que puedas tener al intentarlo.
Tú tienes el poder. No necesitas ser valiente todo el tiempo, solo necesitas que tus ganas de crecer sean más grandes que tu miedo. Así que, dime, ¿qué vas a hacer hoy? ¿Dejar que el miedo te robe otro pedazo de tu vida? ¿O vas a dar un paso, aunque sea pequeño, hacia lo que realmente quieres? Estoy aquí, creyendo en ti, porque sé que puedes. Rompe esa trampa. El mundo necesita lo que tienes para dar.