05/11/2025
¿Qué pasaría si tres depredadores que durante milenios compitieron por territorio y alimento fueran forzados a mezclarse para sobrevivir?
No es ficción. Está ocurriendo ahora mismo en toda Norteamérica.
Hace aproximadamente un siglo, los lobos grises fueron cazados casi hasta la extinción en la región de los Grandes Lagos. Las hembras que quedaron no encontraron pareja de su especie. Desesperadas por reproducirse, hicieron lo impensable: se aparearon con coyotes.
Nació el coywolf.
(Los científicos lo llaman coyote oriental, pero el público lo conoce como coywolf.)
Las pruebas genéticas revelan una mezcla extraordinaria: aproximadamente, 60% coyote, 30% lobo, y 10% perro doméstico. Este híbrido triple no es un accidente aislado. Son cientos de miles. Y están conquistando el este de Estados Unidos y Canadá a una velocidad impresionante.
Pero aquí está lo fascinante: no son simplemente una mezcla aleatoria. Han heredado lo mejor de cada especie.
Del lobo: la capacidad de cazar en manada y derribar presas grandes como venados.
Del coyote: la adaptabilidad para sobrevivir en espacios abiertos y dieta flexible.
Del perro: menor temor hacia los humanos y habilidad para prosperar en entornos urbanos.
El resultado es un superdepredador urbano.
Hay al menos 20 coywolves viviendo en pleno Nueva York. Han sido avistados en Boston, Washington D.C., y Filadelfia. Cazan de noche, se mueven por parques y suburbios, y su aullido —que comienza profundo como el de un lobo y termina en agudos ladridos de coyote— es cada vez más familiar en ciudades del este.
Los científicos debaten si deberían ser considerados una especie nueva. Algunos argumentan que sí: son fértiles, se reproducen entre sí, y ocupan un nicho ecológico único. Otros insisten en que son simplemente coyotes con genes mezclados.
Pero todos concuerdan en una cosa: estamos presenciando evolución en tiempo real. Una nueva forma de vida adaptándose a un mundo dominado por humanos.