27/04/2025
El Último Regalo
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía una niña llamada Emma, de apenas siete años, con una sonrisa que iluminaba hasta los días más grises. Desde que había nacido, su abuela Clara había sido su mejor amiga, su cómplice de juegos, su refugio de abrazos.
Cada tarde, después de la escuela, Emma corría a la vieja casita de madera donde la abuela la esperaba con galletas de chocolate recién horneadas. Mientras saboreaban juntas cada bocado, Clara le contaba historias de cuando era joven, de amores que cruzaron océanos y sueños que volaron tan alto como los pájaros.
Un invierno, Clara enfermó gravemente. El frío parecía más duro ese año, y las montañas se cubrieron de una tristeza blanca. Emma, sin entender del todo lo que ocurría, seguía llevándole flores y dibujos, pensando que un día su abuela se levantaría sonriendo como siempre.
Una mañana, Clara llamó a Emma a su lado. Con voz suave, le entregó una pequeña caja de madera, decorada con flores talladas a mano.
—Este es mi último regalo para ti, mi niña —susurró—. Cada vez que sientas que me extrañas, ábrela.
Esa noche, Clara cerró los ojos por última vez, mientras Emma sostenía su mano.
Pasaron los días, y el dolor parecía inmenso, inabarcable. Una tarde, recordando las palabras de su abuela, Emma abrió la caja. Dentro encontró una pila de cartas, escritas con la letra temblorosa de Clara, una para cada momento importante de su vida: "Para cuando cumplas diez años", "Para cuando tengas tu primer amor", "Para cuando sientas que el mundo te pesa".
Emma sonrió entre lágrimas. De alguna manera, su abuela seguiría caminando con ella, sus palabras siempre a su lado.
Y así, con cada carta abierta, Emma sentía que la vida, a pesar de la ausencia, seguía llena de amor.