25/10/2025
La economía del contrasentido y el arte de desear lo imposible
El Ecuador atraviesa una coyuntura El panorama político y social de Ecuador se ha revelado, una vez más, como un ejercicio frustrante en la Economía del Contrasentido, donde los medios elegidos por los actores clave socavan sistemáticamente sus fines declarados. Los recientes desarrollos, marcados por el trágico y costoso cese del paro indígena, confirman esta lógica: el costo de una victoria parcial o de una derrota electoral se transfiere, invariablemente, a la ciudadanía productiva, no sin antes dejar un saldo de mu***os y heridos.
El hilo conductor de nuestras reflexiones se mantiene inalterable: la política ecuatoriana opera bajo una lógica de suma cero.
La tragedia de la inviabilidad práctica
En un primer momento, asistimos a la maestra lección de ironía política del presidente Daniel Noboa. Su tuit sobre los líderes de la Revolución Ciudadana haciendo campaña por el "SÍ" para que la "tinta se traspase al NO" es un diagnóstico brillante de la fatiga electoral. El correísmo se arriesga a que su simple presencia en una opción electoral anule su potencial de victoria.
Sin embargo, el contrapunto lo ofrece la reciente coyuntura del paro indígena. La CONAIE ha anunciado el cese de las "medidas de hecho", un respiro que llega demasiado tarde y con un costo humano inaceptable: mu***os y heridos que son el testimonio más doloroso de la inviabilidad de la protesta violenta. La ironía cede su lugar a la tragedia cuando la búsqueda de la justicia social se cobra vidas.
La sátira económica de los días previos se convierte en un fracaso rotundo. Exigir un sueldo básico de $650 USD, mientras se paraliza el país y se violenta a la ciudadanía, fue considerado por el Gobierno un chantaje inaceptable. El presidente de la República, en un ejercicio de firmeza, no cedió ni a los condicionamientos para un diálogo ni a las demandas, bajo el argumento de que la magnitud del caos causado no justificaba atender las peticiones de los líderes. El paro, en esta lógica, no fue una negociación; fue una medición destructiva de la capacidad de coacción que terminó sin resultados concretos para los demandantes.
La victoria incompleta y la coherencia rota
La situación en Imbabura, donde las vías aún no se han habilitado totalmente a pesar del anuncio de cese, es el epítome de esta coherencia rota. La decisión política de terminar el paro no se traduce inmediatamente en la reactivación económica y social, ni en la curación de las heridas sociales. La paz declarada es una paz a medias en el terreno: el sector productivo sigue estrangulado por la demora en la normalización.
El nexo es cristalino: la oposición política y los movimientos sociales caen en la trampa de la inviabilidad práctica. El movimiento indígena se vuelve su propio enemigo económico y social al acumular un saldo de víctimas y la negativa gubernamental. El deseo (subir el salario) se persiguió con métodos que no solo garantizaron su fracaso y la indiferencia del Gobierno ante el "chantaje", sino que infligieron un daño innecesario y persistente a la ciudadanía, incluyendo la pérdida irreparable de vidas. La "victoria" del movimiento indígena es una derrota en resultados y una tragedia en el balance humano.
La sociedad en el frente de batalla
Esta sociedad, esa tercera parte, es la que paga el precio de esta economía del contrasentido y del Arte de Desear lo Imposible. El ciudadano de a pie no solo sufrió el impacto de los bloqueos y la paralización de su negocio, sino que fue testigo del drama de los mu***os y heridos, y ahora sufre la incertidumbre de la reapertura lenta y la escasez de insumos.
La sociedad es la que se ve obligada a quedarse sin insumos y sin trabajo por demandas que no fueron atendidas, o a ejercer un voto por pánico. En este ambiente de polarización crónica, la sociedad ya no es un observador; es una víctima constante, rehén de todas las facciones y el daño colateral de lógicas autodestructivas que anteponen la coacción al consenso.
Ecuador necesita, urgentemente, pasar de la economía del contrasentido a la política de la coherencia, donde los medios elegidos no socaven los fines declarados y donde el costo de la acción política no sea la destrucción productiva y la pérdida de vidas. De lo contrario, seguiremos atrapados en un ciclo donde solo se garantiza una cosa: que la "verdad" de nuestra inviabilidad política y la tragedia de la violencia sigan destruyendo las "ilusiones" de progreso de la gente.