
03/09/2025
El Chilal
Segundo Larco: ‘Chagra de toda la vida’
Por: Patricio Sanguano
Segundo Larco tenía cinco años cuando su abuelo Pepe Amores le retó a enlazar a un toro bravo; fue allí cuando sus manos se familiarizaron con el cabestro de cuero retorcido, implemento con el que se trabaja al ganado dentro y fuera de las haciendas.
Este reto, que para un adulto puede ser aparentemente sencillo, para el menor fue toda una experiencia que le marcaría la vida. Desde ese instante, Segundo supo que su pasión eran los toros bravos, los caballos y todo lo relacionado con la vida de la hacienda.
“Toda mi vida me he entregado a la agricultura y la ganadería”, dice el hombre que nació en 1943 en la parroquia Sangolquí y hace alarde de una longevidad bastante común en la gente de esa época.
A los 12 años tuvo su primer caballo, lo llamó Pensamiento; fue un regalo de su padre Samuel Larco, administrador de la hacienda Patichubamba, ubicada en Sangolquí.
Segundo, el cuarto de seis hermanos, confiesa que siempre le fue esquivo al estudio; prefirió la vida en el campo. Su pasión, destreza y coraje hizo que a los 15 años lo contrataran para administrar una hacienda con 20 trabajadores en el Carchi, en el cantón Mira.
Después de 7 años de mantenerse al límite de la frontera norte Segundo Larco regresó a Machachi y tuvo a su cargo cuatro haciendas. Finalmente retornó a Sangolquí, y en Pifo administró la hacienda Sierra Morena, donde fue embestido por un toro de casta; pasó el susto de su vida, pero continuó con su afición.
“Tuve a mi cargo 30 trabajadores, entre hombres y mujeres, hacían diferentes labores manuales, ahora todo es moderno: hay maquinaria. Antes, por ejemplo, se trabajaba la tierra con yuntas para hacer los sembríos, no había tractores”, relata.
El hombre de jeans, botas, camisa a cuadros y sombrero sentado sobre una banca en San José del Vínculo recuerda las cementeras de maíz que había a su alrededor. Señala la zona de San Fernando, las haciendas Pichocota, San Francisco, Patichubamba donde también sembraban cebada, trigo y arveja. De allí que a la zona le denominen “El Granero”.
“Con el maíz se preparaba la chicha para la fiesta, el mote, las tortillas de maíz”, comenta.
Antes de despedirse dice que siempre que es entrevistado. Pide a la juventud volver sus ojos al campo, que no permitan que se acabe lo poco que queda para producir.
“Me jubilé, tengo mis caballos, me gusta estar en esa actividad, solo cuando me muera se acabará el chagra Segundo Larco”, afirma.
Con nostalgia Segundo recordó a su amigo de toda la vida: el fallecido chagra Rubén Almeida, fallecido, con quien recorrió el país compartiendo la chagrería, participando de los desfiles, concursos de lazo y en las carreras de caballos.
Poner fin a esta tradición significaría, a su criterio, una gran pérdida económica y social. “Nuestras tradiciones atrae mucha gente, turistas nacionales y extranjeros”, concluye.