01/06/2025
𝐏𝐢𝐞𝐝𝐫𝐚𝐬, 𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐲 𝐮𝐧 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐧𝐞𝐫𝐠é𝐭𝐢𝐜𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫𝐢𝐫
Hace catorce años los metales y los minerales entre ellos las piedras preciosas y semipreciosas se cruzaron en el camino de Cristian Morocho, un artesano, nacido en Loja, que hizo de los viajes su escuela formativa de aprendizaje. A Cuenca llegó a terminar el último año de colegio y al graduarse trabajó dos años como mesero, sin embargo, había algo que le inquietada con frecuencia y esto era, el mundo de los artesanos.
“Me preguntaba con insistencia, ¿qué comerán, cómo vivirán, si tendrán un lugar para cambiarse, cómo será la manera de vivir de los artesanos?, hasta que experimenté esas vivencias y cambió toda mi percepción”, acotó Morocho mientras daba forma al acero, a la plata, al oro y a la alpaca, que tenía entre los dedos de sus manos.
Previo a la celebración del día de la madre, en el portal de la Gobernación del Azuay, en esas ferias artesanales de temporada, me quedé atrapada en los colores de las piedras preciosas que colgaban de collares con diseños precolombinos. Fue como si un imán, me atrajera hacía ese lugar, allí me quedé parada contemplando cada propuesta, única e irrepetible. Y tras la observación nació un diálogo que terminó siendo una entrevista.
Cristian sin saber que yo era periodista me empezó a contar sobre su oficio, precisó que el aprendizaje de su profesión fue de la mano de personas que conocían de las minas, del proceso de cortado y diseño de artesanías.
En la sangre estaba el talento
Cristian creció mirando a su abuelo dar forma y utilidad a la madera; quien fue experto en las técnicas del acabado. Luego, puntualizó que su padre era docente y de forma inconsciente no quería ser un Maestro, pero la vida le llevó a formarse como un artesano tal cual fue su abuelo solo que en sus manos no trabaja la madera, sino metales y minerales. Y con la experticia que ahora posee, se ha convertido en un profesor de los jóvenes aprendices de este oficio.
La producción artesanal y artística de Cristian fue un proceso silencioso, hasta que sus obras saltaban a la vista y por insistencia de su hermana, la periodista Giana Morocho, sus propuestas fueron mostradas a amigos, familiares y poco a poco a nuevos públicos.
“Sigo aprendiendo, soy autodidacta. Mi primer trabajo, un muñeco metálico, elaborado con alambre que me tomó tres días y ese, fue el inicio de mi despertar artístico, a los 18 años de edad. A los 20 años elaboré las primeras propuestas para la venta. Aunque tenía gusto por los minerales no me atrevía a hacerlo hasta que una amiga de Canadá me invitó a una terapia de reiki; yo fui con mi piedra labradorita”, precisó nuestro entrevistado.
Cristian aceptó esta invitación con la intención de vender sus trabajos. No se esperó que el ingresar a una sesión le cambiaría su manera de ver la vida, e incluso, su actitud. Precisó que era una persona muy negativa y tras esa experiencia de desdoblamiento pudo entender que los minerales, las piedras son canalizadoras de energía. Desde entonces, las piedras no solo son sus materiales de inspiración para crear obras artísticas utilitarias sino también una posibilidad de canalizar energía.
“En mi mente todo era negatividad, hasta que tuve un desdoblamiento del cuerpo y así pude sanar heridas del pasado, que pesaban como 12 años. Fue una experiencia muy bonita, en la que desde el lugar de la sesión que estaba ubicada en la Paucarbamba mi ser, pedaleando una bicicleta llegué al Parque Calderón, lugar en el que en las noches vendía mis artesanías”.
Moldavita, una piedra preciosa que proviene del espacio
La moldavita es un raro vidrio de sílice verde de formación única, que conecta la Tierra y el espacio. Al caer a la tierra desprende unos cristales usados para la meditación. Se llama moldavita porque se cayó en Moldavia-Rusia y otras que cayeron en Sudamérica (Ecuador, Colombia, Uruguay, Argentina) fueron bautizadas como tectitas. “Estos minerales cayeron hace muchos millones de años y con el tiempo se van redescubriendo, las más raras son las tecticas negras, luego le siguen las de color verde y amarillas (llamadas livianitas). A través de la meditación estas piedras son utilizadas como mediadoras, que junto a las piedras shunguitas canalizan la energía de los seres humanos”.
Lapidador de Perú
A decir de Cristian la labradorita, es una piedra, que protege contra las energías negativas, preservando el equilibrio energético. Fue su primera piedra, en este aprendizaje del mundo de los minerales. Un lapidador, es decir las personas que cortan y pulen las piedras, originario de Perú le vendió esa piedra. “Yo invertí en las dos primeras piedras: crisocola y un ónix $25 y luego, comprendí que me habían estafado, porque eran de las más comunes. Debía hacer pagado $7, luego de que me estafó el lapidar peruano nos hicimos amigos y aprendí de este negocio”.
Ingresar a este mundo, no es fácil requiere de contactos y amigos que permitan estar en estos espacios y lugares. Morocho ahora, cuenta con la experticia de cortar la piedra, pulirla, darle forma hasta dejarla en una obra de arte para lucirla en el cuello.
Relación pausada con los cristales
En las ventas informales, en ese espacio donde se encuentran varios artesanos uno va escuchando de los cristales y sus energías y así se va aficionando de estos minerales. Por ejemplo el cuarzo rosa es comprado como un muleto para el amor, sin comprender que el verdadero amor y valor esta primero en nosotros mismos y luego los demás. Hay que tener amor propio para luego amar a los demás. Las crisocolas ayudan a equilibrar los cambios de humor.
“Antes del desdoblamiento para mí las piedras eran solo piedras y luego de mi experiencia, entendí que ellas son muy utilitarias para el ser humano debido a que somos energía y de una u otra manera estamos interconectados. Ahora, ya no las vendo como simples piedras sino como canalizadoras de energía”, acotó Morocho.
Ponce Enríquez el lugar para encontrar minerales
Cristian explicó que por lo general donde hay oro también hay otro tipo de minerales como el cuarzo cristal y la pirita, una piedra muy parecida al oro y por eso, termina siendo “el oro de los tontos”.
Entre las experiencias de Morocho, se suman los recorridos y excavaciones en las minas de Ponce Enríquez y Zaruma. “Es muy complicado ingresar a los pueblos, la gente siente desconfianza, pero la única forma de ingresar son los contactos y nuestra manera particular de una imagen hippie. La última vez que fui a una mina fue hace dos años, en cuatro días, uno explora el lugar, que es peligroso. Son de difícil acceso, mucho calor, de caminatas largas de 30 minutos en una mina de 50 metros. A veces encontramos cristales en la parte exterior, quienes no conocen los minerales hasta los van pisando”.
Betas y rocas grandes y pequeñas (como el tamaño del puño de la mano) se encuentra en la mina, la extracción de los minerales es como la pesca, dependerá la técnica, el conocimiento y la suerte. Si se llegase a encontrar rocas grandes no se les puede llevar por su peso y porque el camino de salida, no es uno solo; hay varias opciones. “Dependiendo de la persona, se puede cargar hasta 10 kilos. Lo que agarramos en las minas, no nos cobran por esa cercanía de amigos, pero esto no sucede con los comerciantes, quienes un kilo lo pueden en 40, 30 y 20 dólares, todo dependerá de la calidad del mineral”.
¿Cómo identificar la calidad del mineral?
Para Cristian dependerá del tiempo y el gusto por los minerales. Cristian lo aprendió en las calles y viajando a Colombia, Perú, Chile. “El ojo está calibrado para reconocer las piedras preciosas y semipreciosas, estos países ahora, son mis distribuidores. De Chile proviene el lapislázuli, andalucita o piedra cruz; de Perú vienen las crisocolas, ópalas, ónix, rodonitas, celestinas. Y de Colombia provienen las esmeraldas, son difíciles de conseguir porque en Colombia estos sectores son peligrosos”.
Conocimiento y habilidad en las manos
Morocho a más de conocer el mundo de los minerales, domina a los metales cobre, alpaca, bronce, oro y plata. Las experiencias vividas y esas influencias indirectas de sus antepasados se plasman en las joyas con cosmovisión andina, cada figura precolombina, es una verdadera obra de arte, que no se repite y que luce piedras preciosas. “Uno va redescubriendo nuevas formas, porque todo ya está concebido. Mis propuestas, quizá, son parte de mis raíces indígenas, con mi abuelo materno se perdió el dominio del quichua”.
Morocho es experto en el camino del inca bajo dos técnicas: filigrana (orfebrería-hilos finos manejados con precisión) y envolver los hilos, entre finos y gruesos.
Enfoque publicado en Diario El Mercurio destacados