24/09/2025
𝑳𝒐𝒔 𝒈𝒖𝒂𝒓𝒅𝒊𝒂𝒏𝒆𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒈𝒖𝒂 𝒔𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒆𝒄𝒕𝒂𝒏 𝒄𝒐𝒏 𝑸𝒖𝒊𝒎𝒔𝒂𝒄𝒐𝒄𝒉𝒂
Sin la agüita de Cuenca no hay soberanía alimentaria, no hay campos, no hay democracia. La defensa del agua es una causa de ciudad y provincia y eso, nos hace fuertes y activos convirtiéndonos en el Quito Río de Cuenca.
Eran las seis de la mañana del domingo 14 de septiembre y la misma ilusión del primer paseo escolar me invadió una vez más. Agarramos el fiambre, el café caliente y lo guardamos en la mochila. Salimos con gorras de lana y ropa abrigada, listos para un viaje que no era solo una excursión: era un encuentro con la vida misma en los páramos de Quimsacocha.
El reloj marcaba las 08h30 en el Museo de Arte Moderno. Familias de todo tipo nos reuníamos, unidas por una misma causa: conocer los páramos de Quimsacocha. A las 08h40 los asientos de busetas y buses acogieron a niños, mujeres, hombres, personas de la tercera edad, deportistas, ecologistas y ciudadanos en general. Unos llevaban trajes perfectos y otros improvisados, pero eso era lo menos relevante: lo esencial era el destino compartido.
El recorrido fue largo, de tres horas, favorecido por un clima despejado y sin neblina. Salimos de Cuenca rumbo a Tarqui; desde allí, tomamos camino hacia Girón hasta llegar a la encantadora parroquia rural de San Gerardo. Entre subidas de calles angostas y polvorientas, fuimos admirando la naturaleza: realmente ni el mejor pintor podría haber creado tanta maravilla.
Al fin estábamos en medio de montañas de tonos amarillo-anaranjados, cuyos cielos se fundían en un azul intenso que, con matices celestes, parecían abrazar mágicamente las tres lagunas. A las 12h00 del mediodía llegamos a los páramos de Quimsacocha. Allí, en un territorio virgen, entendí el origen de su nombre: tres grandes lagos de agua dulce, cristalina y limpia.
Como una Loma Larga, así mismo es Quimsacocha: un lugar sagrado en el que, para ingresar, hay que pedir permiso. En este espacio, solo el silbido del viento y su fuerza acompañan al caminante, que poco a poco se pierde entre la flora y fauna del lugar. Aparecen diminutas flores de colores vivos e intensos; luego, los pajonales, verdaderos colchones de la naturaleza, permiten al ser humano experimentar emociones y sensaciones únicas. Espigas doradas se alzan como cabellos sobre esas montañas de tierra negra. Y, de pronto, pequeñas vertientes de agua brotan en cada paso.
Definitivamente, una caminata de dos horas y media, con dificultad moderada, vale la pena porque la disfrutan todos los integrantes de la familia. No se trata de un recorrido cualquiera: es un acto sagrado que conecta con el Arquitecto de la Vida, creador de tanta maravilla. En este lugar mágico, los Taitas y las Mamas, conocedores de una filosofía de respeto a la Pachamama, con la ayuda de una quena, iniciaron la ceremonia de gratitud a los cuatro elementos que permiten la vida: agua, aire, fuego y tierra.
Levantando las manos al cielo, niños, adolescentes y adultos, con la complicidad del agua de Quimsacocha, agradecieron a la Madre Tierra y se comprometieron a cuidar la vida, como lo hicieron nuestros antepasados. Entonces, los nuevos guardianes del agua entendieron que Dios es tan generoso que, sobre esas tres lagunas majestuosas, colocó oro para que tengamos la capacidad de tomar decisiones sabias.
Hay cosas que no tienen precio, porque representan la vida y nuestra subsistencia humana. Si se contaminan las aguas de Quimsacocha, no habrá forma de que la tierra produzca: no habrá semillas, flores, frutos, verduras ni animales. En una sola palabra, no habrá Vida. La explotación minera hiere de muerte a la tierra, y eso no es culpa de Dios, sino de la insensatez de quienes tienen el poder de decidir y añadir sustancias tóxicas como arsenio, cianuro, entre otros.
¿𝐏𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚 𝐐𝐮𝐢𝐦𝐬𝐚𝐜𝐨𝐜𝐡𝐚 𝐨 𝐊𝐢𝐦𝐬𝐚𝐤𝐨𝐜𝐡𝐚?
Porque tiene un gran significado kichwa, tanto en idioma como en cosmovisión y tradición. El nombre alude a “Tres Lagunas”: Kinsa o Kimsa significa tres y Qocha o Cocha significa laguna.
Después de haber estado en este lugar de equilibrio y paz, puedo precisar que este sistema de páramos y lagunas altoandinas del Azuay, ubicado a 30 kilómetros al suroeste de Cuenca, es el verdadero tesoro que tenemos. No todos pueden beber agua de la llave, y por eso debemos conservarla y dejarla como herencia a las nuevas generaciones.
Quimsacocha, cuerpos de agua del páramo, alberga pequeños lagos que son refugio de vida para numerosas especies animales, insectos, flora y fauna. Que la paz y una forma especial de conectarse con el Creador de la Vida se den en esa experiencia de observar la primera laguna, luego la segunda y, finalmente, la tercera, en la que una roca grande, con letras rojas, lleva un nombre que hoy es profundamente significativo: Quimsacocha.
Hay que conocer este paraíso, porque solo lo que se conoce se ama y se cuida. Felicito a la Fundación Turismo para Cuenca por estas rutas, que cambian vidas y avivan el espíritu de guardianes del agua.
Fotos y textos
𝗞𝗮𝗿𝗶𝗻𝗮 𝗘𝗹𝗶𝘇𝗮𝗯𝗲𝘁𝗵 𝗟𝗼𝗽𝗲𝘇 𝗣𝗶𝗻𝗼
Especial publicado en Diario El Mercurio en la página