13/06/2025
Los Estados Unidos son demasiado poderosos para ser destruidos desde afuera. Geográficamente, nadie puede invadirlos. Nadie. Incluso si grandes ejércitos se unieran para atacar a EE.UU., sería imposible.
Tendrías que cruzar todo el océano Pacífico o todo el Atlántico solo para llegar a sus costas. Es imposible, ¿verdad? Y con todas las bases militares que tienen alrededor del mundo… imposible.
Por eso, la única forma en que Estados Unidos podría caer —y esto no lo digo yo, lo han dicho presidentes anteriores— es desde adentro.
La muerte de Estados Unidos tendría que venir desde dentro.
Los enemigos tienen que estar adentro, no afuera.
Ningún enemigo externo puede causar tanto daño como una operación interna.
Y esas operaciones internas ya están ocurriendo.
Puedes verlas en las ciudades.
Ciudades que eran limpias, seguras, hermosas hace 30 años… hoy son desiertos.
Yo soy de El Salvador, un país pequeño en Centroamérica, y aun así puedo venir aquí, ver algunas ciudades de Estados Unidos y pensar:
“No quisiera vivir aquí.”
Eso, hace tres décadas, era impensable.
Que un salvadoreño no quisiera vivir en Los Ángeles, San Francisco, Nueva York, Chicago, Filadelfia, Baltimore…
Pero ahora, al ver cómo estas ciudades se están desmoronando tan rápido, uno entiende que no puede ser casualidad.
Esto tiene que estar planeado.
Porque ¿quién toma decisiones tan estúpidas?
Como dar dinero a los drogadictos. Literalmente se los dan en algunas ciudades.
O decir: “Vamos a pagarle a la gente para que no trabaje.”
O: “Tenemos un problema de crimen, así que desfinanciemos a la policía.”
Estas decisiones no se hacen en secreto.
Las hacen públicamente.
Y todos sabemos cuáles son las consecuencias.
Siempre pongo este ejemplo:
Sé que Estados Unidos cultiva mucho maíz, y en El Salvador también.
Pero no puedes sembrar maíz y esperar que crezca arroz.
No puedes sembrar desorden y esperar orden.
Si siembras caos —desfinanciar a la policía, regalar dr**as, pagar para que la gente no trabaje—, lo que vas a cosechar es destrucción:
de la sociedad, de las ciudades, de la economía.
Y lo peor es que, cuando los problemas aumentan, proponen más de las mismas soluciones que causaron el problema en primer lugar.
Y los problemas crecen.
Entonces uno se pregunta:
¿Realmente son tan tontos?
Claro que no. Son inteligentes. Muy inteligentes.
Y justo por eso, uno entiende que todo esto es intencional.
Tiene que serlo.
