04/07/2025
/ Tenía apenas 11 años cuando se presentó completamente solo en una oficina del Registro Civil. No lo acompañaba nadie. Tampoco llevaba documentos. Solo una idea muy clara en la cabeza:
“Necesito mi acta de nacimiento para poder estudiar”.
Cuando lo atendieron, habló con una serenidad que dolía. Explicó que sus padres están separados y que nunca lo registraron al nacer. Dijo, con una sinceridad desarmante:
“Mis papás se les olvidó”.
La partera que lo trajo al mundo ya había fallecido. No tenía forma de probar que existía legalmente. Aun así, no se rindió. Pidió ayuda, con la esperanza de que alguien escuchara su voz.
Un acto pequeño que grita una gran injusticia
Los funcionarios que lo recibieron quedaron conmovidos. Uno de ellos decidió liderar el proceso y, tras cumplir con todos los pasos necesarios, le entregaron su primer acta de nacimiento.
El niño la tomó entre las manos, sonrió y dijo:
“Estoy feliz porque ahora sí voy a poder ir a la escuela”.
Una frase sencilla. Un derecho básico. Un sueño que no debería depender de un trámite olvidado.
Cuando el sistema obliga a la infancia a ser valiente
La historia se volvió viral en redes sociales. Personas de todas partes le ofrecieron becas, útiles, ropa y asesoría legal. Pero más allá del gesto solidario, lo que dejó al descubierto esta historia es una gran falla social: miles de niños y niñas no tienen acta de nacimiento, y eso los deja fuera de todo.
Sin ese papel, no pueden estudiar, no pueden ir al médico, no pueden ni siquiera existir para el Estado.
Y mientras tanto, muchos tienen que crecer a la fuerza. A convertirse en sus propios defensores a los 11 años, a enfrentar la burocracia solos, a pedir por sí mismos lo que les correspondía desde el primer día.
Un niño invisible que se hizo notar
Este niño no solo pidió estudiar. Reclamó su derecho a existir. Y sin saberlo, se convirtió en el rostro de miles de niños invisibles que siguen esperando ser reconocidos.
Su historia conmueve. Pero también cuestiona:
¿Cómo permitimos que un niño tenga que caminar solo para ser escuchado por un Estado que lo ignoró desde el día uno?
Porque al final, la infancia no debería necesitar valentía para ejercer sus derechos.