
16/08/2025
Hoy volví al lugar donde descansa mi madre.
Con un ramo de flores en la mano y con el corazón apretado, me acerqué a esa fría piedra que guarda sus restos, pero no su amor.
Me senté frente a su tumba y comencé a hablarle como si estuviera viva.
Le conté que he tenido días buenos y días malos… que a veces me siento perdido, y que en esos momentos desearía escuchar su voz diciéndome “todo va a estar bien, hijo”.
Mientras hablaba, las lágrimas me corrían sin pedir permiso. Recordé cuando me esperaba en la puerta con un plato de comida caliente, cuando me regañaba por mis errores, pero al mismo tiempo me abrazaba como solo una madre sabe hacerlo.
Hoy ese abrazo ya no está.
El silencio del cementerio me golpeó fuerte, pero en medio de ese silencio sentí algo… como si su amor siguiera acompañándome, como si cada consejo que me dio en vida aún viviera dentro de mí.
Entendí que la muerte no rompe los lazos verdaderos, solo los transforma. Y aunque ya no puedo escuchar su risa ni sentir su mano acariciando la mía, sé que su amor sigue guiándome desde donde está.
Al final me levanté, limpié mis lágrimas y dejé las flores.
No porque piense que ella necesite rosas, sino porque yo necesito recordarme que nunca debo dejar de honrarla.
✨ Moraleja: Dile “te amo” a tu madre, a tu padre, a tus seres queridos… no esperes a que una tumba sea el único lugar donde puedas hablarles. Porque cuando ya no estén, esas palabras serán el consuelo que más falta te hará
Juan Carlos Haro