19/12/2025
Estas mujeres, puntualmente sentadas en la corte durante la audiencia del caso Derek Rosa, han decidido asumir el papel de jurado, juez y peritos improvisados, defendiendo a capa y espada la “inocencia” del joven. Aún resulta un misterio (digno de estudio) cuál es el fundamento legal, social, psicológico o profesional que las lleva a negar una confesión directa y un cúmulo de evidencias que apuntan, sin rodeos, a un único perpetrador.
Al parecer, para este grupo la realidad es opcional. Poco importa que el propio acusado haya admitido el crimen o que las pruebas sean claras: su narrativa alternativa siempre tiene prioridad. Más intrigante aún es de dónde sale el financiamiento para que esta especie de club de fans judicial continúe difamando, mintiendo y señalando a personas inocentes, todo en nombre de liberar a su ídolo.
El cuadro psicológico es, cuanto menos, fascinante. Defienden “su verdad”, una verdad que se cae por su propio peso, pero que sostienen con una fe casi religiosa. Un caso de manual para la psicología, donde la hibristofilia alcanza niveles tan extremos que termina romantizando y adorando a un menor acusado de un crimen brutal.