14/09/2025
*ASÍ SE DELATAN LOS VOCEROS DEL PODER*
》Cuando un país, como el nuestro, atraviesa una crisis estructural y el Gobierno de turno decide cargar el peso de su ineficiencia sobre los hombros de los más pobres, se espera que el periodismo, como servicio público, levante la voz y cuestione. Sin embargo, en Loja y el resto del país, lo que muchos micrófonos han decidido hacer es reproducir sin pudor el libreto del poder. Así se identifica al periodista desclasado, no por su apellido ni por su trayectoria, sino por su servilismo.
Frente a la medida económica que elimina el subsidio al diésel, la cual afectará brutalmente a los sectores populares, estos voceros disfrazados de comunicadores optan por la traición.
¿Quiénes son estos periodistas desclasados? Son aquellos que, habiendo nacido en hogares trabajadores, que saborearon la precariedad y pulsaron la lucha diaria, hoy utilizan sus medios para legitimar el despojo. No informan, justifican. No investigan, encubren. No cuestionan, repiten como marionetas el guión que les dicta la maquinaria política y económica. Son la voz de quienes concentran el poder, no de quienes lo sufren.
Este lunes, al salir el sol, los verán en las redes, en televisión, los escucharan en la radio, activando la consigna que les dictaron desde las oficinas de comunicación del régimen: “la eliminación del subsidio es una medida responsable”, dirán. Hablarán de “eficiencia fiscal”, de “modernización”, de “evitar el contrabando”, de “cumplir con el FMI”. No te hablarán del encarecimiento del transporte, de la subida en cadena de precios de alimentos, de la destrucción de las economías populares. No te hablarán del hambre, ni del empobrecimiento silencioso de miles de familias. Te hablarán de “racionalización”.
Y es aquí donde aparece un fenómeno inquietante, el Síndrome de Stephen Candie. Este síndrome describe a quienes, desde una aparente posición subordinada, no solo se someten al poder opresor, sino que lo defienden con fanatismo y lo legitiman con un celo mayor que el propio opresor. Así como Stephen en la ficción protegía con lealtad enfermiza al amo esclavista, los periodistas desclasados terminan defendiendo a gobiernos represivos con una devoción que raya en lo patológico.
El Síndrome de Stephen Candie se les nota en cada gesto. Hablan más como políticos que como periodistas, defienden al poder con más fervor que los propios oficialistas, atacan a los que disienten con rabia personal, como si las criticas fueran contra ellos mismo, se arrodillan ante el gobernante, convencidos de que su servilismo los convierte en alguien importante.
Llamar a esto “periodismo” es una ofensa a la profesión. Lo que ejercen estos comunicadores desclasados no es periodismo, es relaciones públicas del poder. Son operadores ideológicos al servicio del capital financiero, traidores a su clase, traidores al pueblo. Porque no se puede defender al pueblo a media jornada, y al capital en horario estelar.
Estos personajes no merecen el título que ostentan. No merecen el respeto de una sociedad que lucha todos los días por sobrevivir. Quienes aplauden la represión, quienes silencian la corrupción, quienes repiten sin análisis las cifras oficiales mientras la realidad contradice cada número, son cómplices. Cómplices del empobrecimiento, del saqueo, del autoritarismo y de la precarización.
Esta manipulación mediática no es accidental. Es planificada, calculada y diseñada. Se emplea el lenguaje como arma, se usan conceptos con carga emocional, "subsidios que benefician a los ricos", “ajustes necesarios”, “el Estado no puede más”, “mi maestro me enseñó”, “Estado obeso de burocracia”, “Se gastan la plata en fiestas”, lo que sea con tal de disfrazar la verdad, una agresión directa al pueblo trabajador. Detrás de cada palabra hay un cálculo político, una estrategia de control. Esto no es información, es propaganda.
Y esta propaganda no sería eficaz sin la complicidad de estos periodistas-mercenarios y desclasados que, abandonando toda ética, se convierten en tontos útiles del poder.
Frente a este deprimente escenario, la sociedad ecuatoriana tiene una tarea urgente y clara, no premiar la complicidad. No sintonizar, no compartir, no consumir noticias que no informan, sino que manipulan. Es tiempo de recuperar el espíritu crítico y de reconocer que el poder dictador, sin su brazo mediático, pierde gran parte de su capacidad de dominación.
Es necesario reivindicar al verdadero periodismo, ese que incomoda, que denuncia, que pone el micrófono al pueblo y no al banquero, que confronta al administrador inepto y no lo entrevista como a un enviado de Dios. Ese periodismo que no le debe favores, que no acepta sobres ni contratos mañosos. 🐝
▪︎Leonardo Celi C.
*_Comunicación Política Avanzada y Mercadotecnia Electoral_*
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