
26/01/2025
“ANDO BUSCANDO REFUGIO…”
A mediado de los años sesenta, Julio Jaramillo había alcanzado la cúspide del éxito en su propio país. Pero no se sentía satisfecho.
Estaba en todas las rockolas, se lo escuchaba en cada esquina, y llenaba cualquier auditorio que le pusiesen por delante. Pero un sector de la alta sociedad no lo aceptaba: era de mal gusto oír a Jota Jota. Lo “Chic” era bailar y enamorarse con Estela Raval y Los Cinco Latinos. A lo sumo, con Los Diamantes. Pero no con Julio Jaramillo.
BANDONEÓN Y VIOLINES
Cuando salía al extranjero, era otra cosa. Su segunda gira al Perú, en 1957, se prolongó por alrededor de seis meses de continuas presentaciones. En Buenos Aires conoció al empresario Aldo Legui, que inició un negocio inédito: por cierta suma, el cantante grababa un disco único, propiedad exclusiva de la persona que lo había contratado. Nadie sabe cuántos discos se hicieron así, pero se calculan que fueron decenas; nadie los conoce ni los ha escuchado, excepto sus propietarios.
En aquel viaje, Julio convirtió a Buenos Aires en su centro de operaciones. Desde allí fue a Bolivia, donde el embajador Abel Romeo Castillo organizó una recepción a la que concurrió todo el cuerpo diplomático latinoamericano. Luego viajó a Uruguay, donde decenas de miles de personas fueron a recibirlo al aeropuerto. Según ciertas versiones, la multitud fue mayor que la que acudió a recibir al presidente norteamericano Dwight Eisenhower, que visitó Uruguay en marzo de 1960. En la capital, Montevideo, Julio llenó el Palacio de los Deportes.
Lo mismo sucedió durante su gira a Centroamérica y México, que comenzó alrededor de 1963. Pepé no podía creer que su hermano fuese tan popular, pero en cada ciudad donde paraban conseguían contratos y presentaciones.
El mayor desafío fue México. Se trataba de un mercado más exigente, que lo obligó a modificar el acompañamiento de sus canciones. Estas debieron prepararse con mayor cuidado; hubo que dejar de lado casi por completo el requinto, y se incorporó, en cambio, mayor cantidad de instrumentos. Julio llegó a cantar y grabar con trompetas, bandoneón y violines. Se hicieron nuevas versiones de Fatalidad y Nuestro Juramento, que en Ecuador no se conocen, con un acompañamiento diferente.
El resultado fue que llenó repetidas ocasiones el Teatro Blanquita, y que desplazó de la cartelera a otros músicos y cantantes famosos como Javier Solís o el Trío