09/07/2025
𝐃𝐞𝐬𝐠𝐚𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐥𝐥𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐧𝐢ñ𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐚𝐭𝐚𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞 𝐬𝐢𝐜𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐚 𝐬𝐮 𝐦𝐚𝐝𝐫𝐞
La bruma de la mañana ap***s comenzaba a disiparse sobre las calles de tierra del sector El Recreo en Durán. Eran poco más de las siete, y la vida, con su rutina incansable, se abría paso. Nancy Lucía Arévalo Saico, de 40 años, quien, como cada día, caminaba de la mano de su pequeña hija de 5 años. Juntas, madre e hija, se dirigían a la escuela, cómplices de un nuevo amanecer y los sueños que la jornada escolar prometía.
Pero la inocencia de esa mañana se rompió en mil pedazos. De la nada, la figura de un hombre emergió de entre la quietud y, sin mediar palabra, la tragedia se cernió sobre ellas. Un disparo, seco y brutal, resonó en el aire, y Nancy cayó desplomada sobre la calzada polvorienta. La vida se le escapó en un instante, ante los ojos atónitos de su hija.
Fue entonces cuando la calle, el barrio, el mundo entero, parecieron detenerse para escuchar la súplica más desgarradora. La niña, con el corazón encogido y la imagen de su madre tendida en el suelo grabada a fuego en su retina, salió corriendo, no en busca de refugio, sino de ayuda. Sus diminutas piernas se movían con una fuerza sobrenatural, impulsadas por el pánico y el amor más puro. “¡Mi mamita! ¡Mi mamita!”, se escuchó a viva voz. Cada grito era un lamento, una herida abierta en el alma de los vecinos que, impotentes, presenciaban la escena. La voz infantil, quebrada por el dolor y la desesperación, se clavaba en el aire, pidiendo auxilio para la mujer que minutos antes la llevaba de la mano, con la promesa de un día más de juegos y aprendizaje.
Los moradores del sector, alertados por el trágico suceso y el eco de los gritos de la niña, acudieron presurosos. “Fue desgarrador”, relató una de las vecinas, con la voz aún teñida de tristeza. “Pobrecita, tuvo que ver cómo su madre moría frente a ella”. Entre la consternación y la impotencia, la pequeña fue auxiliada y entregada a sus familiares, mientras el cuerpo inerte de Nancy yacía en la calle, testigo mudo de la violencia que la había arrebatado de su hija.
Las investigaciones, a cargo de la Policía Nacional y la Dinased, no tardaron en revelar los oscuros presagios que rodeaban a Nancy. Días antes, había sido amenazada de muerte por un hombre con quien había mantenido una relación sentimental, una relación marcada por episodios de violencia física y psicológica. La víctima, al parecer, había sufrido abusos y maltratos, y las amenazas de su exconviviente se hicieron realidad en esa trágica mañana.
Mientras las autoridades buscan al presunto responsable que huyó del lugar, en el aire de Durán perdura el eco de un grito infantil, el desgarrador “¡Mi mamita!”, un recordatorio punzante de la inocencia perdida y la brutalidad de la violencia que cobró una vida y destrozó otra en un instante.