22/10/2025
/ Dayanna Quijije ingresó al Hospital Rafael Rodríguez Zambrano de Manta con un cuadro de preeclampsia. Tenía 35 semanas de embarazo, y los médicos determinaron que debía someterse a una cesárea de emergencia.
A pesar del miedo, Dayanna estaba tranquila. Soñaba con tener pronto en brazos a su hija, Alaia. La cirugía fue aparentemente un éxito: madre e hija se encontraron por primera vez en un instante lleno de ternura. Su esposo, Cristhian, y su hijo mayor, Nicolás, celebraban la llegada de la nueva integrante de la familia.
Sin embargo, la felicidad se desvaneció pronto. Tras poco más de una hora en recuperación, Dayanna comenzó a sufrir fu3rtes dolores abdominales. Pidió ayuda repetidas veces, pero según testigos las enfermeras respondían que “era normal, producto de la cesárea”.
En la madrugada del 15 de octubre, Dayanna sufrió dos paros cardí4cos. Fue llevada de emergencia a cirugía, donde le extrajeron el útero y un ovario. Sin embargo, los órganos no fueron preservados adecuadamente, lo que impidió realizar la b!opsia necesaria para determinar la causa exacta de su hemorragia.
Desde ese momento, su estado se volvió crítico. Los familiares tuvieron que recorrer farmacias de toda la ciudad buscando medicamentos que el hospital no tenía, entre ellos la epinefrina, que los médicos pedían en grandes cantidades. Mientras tanto, su pequeño Nicolás, sin comprender la gravedad, preguntaba a su padre:
“¿Mi mami ya estará bien para mi cumpleaños? ¿Vendrá pronto a casa?”
El jueves 16, Alaia recibió el alta médica, pero su madre permanecía entre la vida y la muerte en la UCI. Los familiares denunciaron falta de atención, desinformación y negligencia por parte del personal médico.
Horas después, permitieron el ingreso de todos los familiares para verla, lo que muchos interpretaron como un último adiós. Su cuerpo estaba h!nchado, lleno de tubos, mientras escuchaba un audio de su hijo:
“Hola mami, te quiero mucho, ya quiero que regreses pronto.”
-La escena desg4rró a todos los presentes.
Ante el deterioro de su estado, se sugirió trasladarla a una clínica privada, pero el hospital se negó a entregar el diagnóstico médico necesario. Finalmente, sin consentimiento claro, fue trasladada en una ambulancia no identificada al Hospital de Especialidades de Portoviejo.
Allí, el personal de guardia no tenía conocimiento del traslado, y debido al feriado, no había camas disponibles. Aun así, la familia logró que la admitieran. Por unas horas, los resultados dieron esperanza.
Pero al amanecer del 17 de octubre, Dayanna sufrió otro paro cardí4co. No resistió.
Su familia quedó devastada. Su madre, sosteniendo a la pequeña Alaia, lloraba en silencio, recordando cómo su hija soñaba con tener una niña. Cristhian, destrozado, solo pensaba en sus hijos: en Nicolás, que seguía esperando a su mamá, y en Alaia, que nunca conocerá el calor de sus brazos.
Durante el velorio, Nicolás abrazó a su abuela y, entre lágrimas, le dijo:
-“Prométeme que siempre estarás conmigo y no me abandonarás como lo hizo mi mami.”
*Aquellas palabras quebraron el corazón de todos los presentes.
Hoy, la familia de Dayanna exige respuestas. Denuncian que hubo negligencia médica, omisiones graves y una cadena de errores que le costaron la vida a una joven madre que solo quería ver crecer a sus hijos.