30/11/2025
Nunca imaginó que una sola noche, en una carpa sencilla iluminada por lámparas temblorosas, sería el comienzo de todo. Billy era solo un muchacho común, un joven granjero con polvo en los zapatos y sueños pequeños, más preocupado por el béisbol y las risas fáciles que por cualquier asunto espiritual. Para él, Dios era un concepto lejano. Sin embargo, esa noche alguien lo invitó a escuchar a un evangelista. Él no quería ir, pero fue. Y aquel predicador, Mordecai Ham, con su voz fuerte y su manera directa, lo incomodó, lo irritó… y sin saberlo, empezó a despertarlo.
Noche tras noche, mientras el coro repetía viejos himnos, Billy sentía una inquietud que no podía explicar. Algo en él se quebraba y se abría al mismo tiempo. Hasta que, mientras sonaba “Tal como soy”, sintió una paz tan profunda que ninguna emoción humana podía producir. No vio luces. No escuchó voces. Simplemente sintió que Dios lo estaba llamando. Y con pasos temblorosos, entregó su vida a Jesucristo.
Pero los caminos de la fe no siempre son rectos. Años después, enfrentó una crisis que casi lo derrumba. Su amigo Charles Templeton, un hombre brillante y apasionado, comenzó a dudar de la Biblia. Sus palabras eran afiladas, sus argumentos fuertes, y golpearon a Billy justo donde más le dolía. Comenzó a cuestionarse. ¿Y si estaba equivocado? ¿Y si había construido su vida sobre algo que no podía sostenerse? Esa lucha silenciosa lo acompañaba día y noche.
Todo llegó a un punto crítico en Forest Home. Una noche salió solo, con su corazón cansado, su mente llena de preguntas y su Biblia en la mano. Encontró un pequeño tocón en medio de los árboles, puso la Biblia encima, y con la voz quebrada oró: “Padre, no entiendo todo lo que dice este libro, pero hoy decido creer que es tu Palabra. Lo acepto por fe”. Se arrodilló… y en ese instante sintió que Dios lo abrazaba por dentro. No desapareció toda duda, pero sí la oscuridad. La paz volvió. La fe ganó.
Semanas después comenzó la Cruzada de Los Ángeles. Lo que debía durar unos días se convirtió en ocho semanas que cambiaron la historia. Las multitudes venían, lloraban, se rendían. Y Billy predicaba con una convicción nueva, como si cada palabra hubiera sido encendida por el mismo Dios. Desde ahí, su voz alcanzó más de 185 países, llevando esperanza a corazones que nunca lo habían escuchado nombrar.
Dios tomó a un joven común, con dudas reales y un corazón tembloroso, y lo convirtió en un testigo de Su gracia para el mundo entero. Y fue así como sirvió al Señor con todo su cuerpo, alma y corazón hasta el último de sus días.
Él dijo "sí" y Dios hizo el resto. Tú también puedes decir "sí". El mismo Dios que lo levantó está listo para empezar algo nuevo contigo.