
28/06/2025
𝑬𝒍 ú𝒍𝒕𝒊𝒎𝒐 𝒗𝒊𝒂𝒋𝒆 𝒋𝒖𝒏𝒕𝒐𝒔
En Turquía, hace apenas unos días, un hecho estremeció a todos. Un adulto mayor sufrió un infarto en plena calle mientras conversaba con su amigo de años, un taxista. Se desplomó frente a él. Lo que nadie esperaba es que, al ver a su compañero tirado, el taxista comenzó a respirar agitadamente, sintió un dolor punzante en el pecho y cayó junto a él. Los dos partieron con apenas minutos de diferencia.
Los vecinos cuentan que su amistad nació hace más de cuatro décadas. Hasan era taxista y Mehmet, su cliente fijo. Cada mañana, a las 6 en punto, Hasan pasaba por la esquina de su casa. Mehmet subía al taxi con un té caliente en la mano y una sonrisa cansada pero genuina. Primero era un cliente, luego un compañero de largas charlas. Con el tiempo, se volvieron familia elegida.
Hasan le contaba sus problemas económicos, su miedo de que sus hijos se avergonzaran de él por manejar un taxi viejo, mientras Mehmet le hablaba de su juventud, de cómo aprendió a leer y escribir solo, escondido en la trastienda de su abuelo. Los días sin carreras eran días de caminatas y de silencio compartido. Nadie entendía esa amistad que no necesitaba razones, solo el tiempo y el corazón.
Ese día fatídico, Mehmet comenzó a sentir el pecho apretado mientras esperaba su taxi. Hasan llegó y, al verlo desplomarse, sintió que su mundo se le escapaba con él. El dolor de la pérdida fue tan fuerte que su cuerpo no resistió.
Dicen que murieron de infarto ambos, pero los ancianos del barrio dicen que no fue un infarto común. Fue un corazón roto. Porque no hay nada más fuerte que el lazo de la amistad verdadera. Murieron como vivieron: juntos.
Hoy, las sillas de la cafetería donde conversaban cada tarde siguen vacías, pero sus tazas de té permanecen sobre la mesa. Algunos vecinos las dejan allí, como un recordatorio de que el amor no es solo de pareja, también es de amigos, de esos que la vida te regala sin preguntar.
Porque a veces, cuando el destino llama a uno, el otro no soporta la idea de quedarse sin su mitad.