El Vega

El Vega una página diferente de historias de ciencia ficción y leyendas 50

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si señor, pecado a la fritada 🤣

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Somos la generación que está más cerca de una Tercera Guerra Mundial, que de comprar un terreno. 😣

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La Ciudad que Soñaba DespiertaHabía una ciudad que no dormía, no porque fuera moderna, sino porque el insomnio se había ...
01/06/2025

La Ciudad que Soñaba Despierta

Había una ciudad que no dormía, no porque fuera moderna, sino porque el insomnio se había vuelto colectivo. Sus calles estaban rotas, llenas de baches como bocas abiertas, y cada lluvia transformaba las avenidas en ríos imposibles. Los puentes se habían derrumbado uno a uno, y nadie los reconstruía. Algunos aún colgaban como esqueletos torcidos sobre barrancos, con cintas amarillas de advertencia que ya nadie respetaba.
Los edificios de gobierno seguían brillando como si nada pasara. Dentro, las autoridades jugaban a gobernar: se reían mientras firmaban contratos absurdos, a veces lanzaban dados para decidir quién ganaba licitaciones millonarias. Los funcionarios llegaban tarde, se iban temprano, y pasaban el día tomando café, chismeando o dormitando sobre escritorios atestados de papeles sin sentido. Si alguien se quejaba, le respondían con una sonrisa fingida:
—Estamos trabajando por usted.
Afuera, el pueblo… soñaba. Vivía atrapado en una ilusión espesa, como si una neblina cubriera el juicio. Repetían que todo iba a mejorar, aunque cada día caminaran entre ruinas. Decían que era cuestión de fe, mientras esquivaban huecos del asfalto o esperaban buses que no llegaban. Las escuelas estaban en condiciones deplorables. Los hospitales, al borde del colapso, funcionaban a máxima capacidad sin medicina: sin recursos, sin esperanza. No había analgésicos; los doctores se desplomaban por el cansancio, y los enfermos solo recibían sueros con agua y palabras huecas de consuelo.
Y aun así, se jactaban.
Decían con orgullo que eran una “ciudad cultural”. Que allí nacían poetas, músicos y pensadores. Que esa tierra era cuna de artistas y mentes brillantes. Cada conversación incluía el nombre de un mu**to ilustre. Cada desastre presente se ocultaba tras la misma frase:
—Aquí la gente es culta. Somos diferentes.
Pero los teatros estaban cerrados. Las bibliotecas, cubiertas de polvo. Los festivales, copias baratas del pasado, con los mismos artistas de hace diez años. El arte vivía solo en placas de bronce y discursos de aniversario. Nadie leía. Nadie escribía. Nadie creaba. Pero todos repetían que lo habían hecho alguna vez.
Los niños nacían sin esperanza de tener un buen futuro. Los ancianos se desvanecían en la fila del banco o en una sala de espera, y sus nombres desaparecían de los registros. Nadie preguntaba. Nadie lloraba. Porque allí, el dolor era parte del paisaje.
De noche, la ciudad se cubría de sombras. Las calles quedaban a oscuras, los postes se caían, y en la oscuridad los delincuentes hacían de las suyas. Se escuchaban susurros. No eran fantasmas comunes: eran voces de quienes habían visto la verdad y habían sido callados por una ciudad que no permitía la verdad.
Una noche, un ciudadano común —un empleado asalariado cualquiera, de esos que hacían lo mínimo para no ser despedidos— caminaba por una avenida que solía tener árboles. Tropezó con un bache profundo. Al levantar la vista, vio una pancarta caída, cubierta de polvo. Decía: “Una nueva era comienza”. Y lo recordó… era la misma promesa de hacía veinte años, repetida campaña tras campaña.
Y entonces lo entendió.
La ciudad no se estaba cayendo. La ciudad ya estaba mu**ta. Solo sobrevivía porque sus habitantes se negaban a ver los gusanos. El sistema era un cadáver maquillado, sostenido por discursos, fiestas, y funcionarios que fingían mover los hilos mientras solo jugaban con el polvo.
Trató de gritar. De advertir a alguien.
Pero la ciudad no lo dejó.
Las luces se apagaron. Una pantalla gigante mostró su rostro, con los ojos vacíos. El pueblo aplaudió. Lo llamaron valiente… mientras le daban la espalda y regresaban a sus pantallas.
Desde entonces, nadie lo volvió a ver.
Y una nueva frase apareció pintada en los muros al día siguiente:
“No preguntes. No pienses. Todo está mejorando.”

fin

18/05/2025

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