27/10/2025                                                                            
                                    
                                                                            
                                            🌿 Esto NO es natural.
En la isla Baltra, en las Islas Galápagos, EE.UU. instaló una base militar durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de comienzos de 1942, se construyó infraestructura militar sobre suelo ecuatoriano para fines estratégicos. En 1946, tras el fin del conflicto, el presidente Velasco Ibarra fue quien ordenó la desocupación de la base estadounidense en 1946, hubo efectos negativos que marcaron a las islas:
Alteración ecológica:
Se nivelaron áreas naturales para construir pistas, hangares y muelles.
Se introdujeron especies invasoras (ratas, gatos, plantas no nativas) que afectaron gravemente a las especies endémicas.
Se contaminaron suelos y aguas por combustibles y desechos militares.
Impacto cultural y territorial:
Se limitó el acceso de los habitantes locales y pescadores a zonas tradicionales.
Se debilitó el control del Estado ecuatoriano sobre su propio territorio insular.
Dependencia y precedentes peligrosos:
Se abrió la puerta a una lógica de “cesión por seguridad”, que más tarde se replicó con la base de Manta (1999–2009).
Si Ecuador aceptara nuevamente una base extranjera —en especial en Galápagos— los riesgos serían aún mayores:
Daño ambiental irreversible:
Las islas son Patrimonio Natural de la Humanidad; cualquier actividad militar (combustible, desechos, tránsito aéreo) sería una amenaza directa a ecosistemas únicos.
Pérdida de soberanía:
Una base extranjera implica decisiones de seguridad y control que ya no dependen totalmente del Ecuador.
Se pondría en duda nuestra neutralidad y autonomía regional.
Tensión internacional y social:
Galápagos podría convertirse en punto estratégico de conflictos globales.
Se fracturaría el sentido de identidad nacional y orgullo ecológico que representa el archipiélago.
Hay que recordar algo esencial: las islas son un santuario natural, no un puesto de guerra.
Hoy, más que nunca, debemos proteger lo que es nuestro: la vida, la naturaleza y la paz de nuestras Islas Encantadas.
Las islas no fueron pensadas para convertirse en muros de concreto o antenas de guerra. Son un santuario vivo que debemos proteger con todo nuestro corazón.
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