01/11/2025
“𝐏𝐚𝐩𝐢, 𝐯𝐮𝐞𝐥𝐯𝐞, 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐬𝐨𝐥𝐢𝐭𝐨𝐬. 𝐍𝐨 𝐭𝐞𝐧𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐞𝐫 𝐧𝐢 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐮𝐝𝐢𝐚𝐫, 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐬𝐢𝐧 𝐥𝐮𝐳.”
En lo alto del páramo, entre los límites de Tungurahua y Bolívar, el viento no solo azota las montañas: también parece arrastrar los ecos de una infancia olvidada. Allí, a más de tres mil metros de altura, cinco hermanos sobreviven en el silencio y la pobreza, lejos de todo amparo, enfrentando la dureza de la vida con una fortaleza que conmueve y duele a la vez.
El pasado 30 de octubre, un video difundido en la página del influencer Israelo estremeció al país. Las imágenes muestran la cotidianidad de estos niños —cuatro pequeños de entre 7 y 10 años y su hermana mayor de 15— que viven en una casa humilde, hecha de bloques y madera, donde el frío entra por las rendijas y la esperanza se sostiene en una delgada llama encendida con leña húmeda.
Hace ocho años perdieron a su madre. Poco después, su padre los abandonó. Desde entonces, la hermana mayor se convirtió en madre, protectora y sostén del hogar. “Yo soy la mamá para ellos”, confiesa entre lágrimas en el video, mientras acaricia el rostro de su hermano menor. No hay electricidad, no hay agua potable, no hay pan sobre la mesa, pero hay amor, y eso —aunque frágil— parece mantenerlos de pie.
La precariedad es total. Duermen los cinco en una cama improvisada, con un colchón de paja y dos cobijas para resistir el hielo nocturno. Caminan kilómetros cada día para llegar a la escuela, con botas rotas y los cuadernos guardados en costales. Su alimentación se reduce a lo que el campo les ofrece: papas y coles, recogidas entre los surcos, cuando hay suerte.
En uno de los momentos más duros del video, un niño mira a la cámara y suplica:
“Papi, vuelve, porque estamos solitos. No tenemos para comer ni para estudiar, estamos sin luz.”
Esa frase, pronunciada con la voz temblorosa de la inocencia, se ha convertido en el grito que ha despertado la conciencia de un país entero. Las redes sociales se inundaron de mensajes de solidaridad. Decenas de ecuatorianos ofrecieron abrigo, víveres y apoyo. Organizaciones sociales y ciudadanos comenzaron a coordinar ayuda para llegar hasta el páramo.
El caso ha evidenciado, una vez más, las profundas brechas sociales que separan al Ecuador urbano del rural. En las montañas donde nace el agua que alimenta a las ciudades, la niñez muere de hambre y de olvido.
Expertos en derechos humanos y actores sociales exigen la intervención urgente del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), la DINAPEN y los gobiernos locales para garantizar la protección integral de los menores. No se trata solo de una ayuda momentánea, sino de asegurar su futuro: educación, vivienda digna, salud y acompañamiento psicológico.
Mientras tanto, los niños siguen allí, esperando. A pesar del abandono, no han perdido la fe. Sueñan con volver a estudiar, con tener zapatos, con ver luz en su casa. Y aunque el páramo los abrace con su frío, su esperanza brilla como una pequeña llama que se niega a extinguirse.
En la página del creador de contenido Israelo se han publicado los números de contacto para quienes deseen colaborar con la familia:
📞 WhatsApp: +593 980020592
📞 WhatsApp: +593 993326632