31/05/2025
l día que un godín escéptico caminó sobre brasas y creyó en la libertad financiera
Así empezó todo
Mi esposa es de esas personas que creen que con educación financiera y un buen plan se puede alcanzar la famosa “libertad financiera”. Yo, en cambio, soy más del club “eso es puro cuento”. Siempre le decía: “vieja, si fuera tan fácil, ya todos seríamos ricos”. Pero ella insistía. Hasta sigue a un tipo en YouTube que da talleres carísimos, de esos que suenan a pura jalada.
Un día me suelta: “Va a venir a la Ciudad de México. Quiero ir”.
Yo reviso el precio: 20,000 pesos por persona.
—¿¡Quéee!? ¿Por oír a un señor hablar de finanzas y motivación? Mejor nos vamos a Tulum, mínimo ahí me echo unas chelas.
Pero ya saben cómo son las esposas cuando traen una idea bien puesta. Me convenció.
El más amargado del taller
Llegó el día. Entramos al evento y yo parecía niño en clase de ballet obligatorio: carota, brazos cruzados y cero ganas. Miraba a la gente brincando, emocionada, gritando cosas como “¡sí se puede!” y yo solo pensaba: “a estos les pagan por actuar, segurito”.
El orador sale, empieza con su show motivacional y yo nomás queriendo irme a ver el partido del América. Mi esposa se me acerca y me dice en voz bajita:
—Oye, si quieres nos vamos…
Pero como ya habíamos pagado, dije “bueno, ya que, me aguanto y por respeto a ella, le echo ganas”. Ella siempre me acompaña a mis partidos del América, mínimo yo una vez a sus cosas raras.
Entonces, me abrí. No de corazón, pero sí de brazos. Y ahí empezó la loquera.
Caminando sobre fuego
El orador dice:
“Tú eres capaz de lograr todo lo que te propongas… si crees en ello.”
Y yo: “Ajá, sí, cómo no.”
Y que de pronto saca una ful de brasas ardiendo. Sí, fuego de verdad.
—Vamos a caminar sobre brasas —dice.
Yo pensé: “Ah, bueno, esto sí lo quiero ver. Seguro alguien se quema y va a ser el momento chusco del día.”
Pero no. La gente pasaba. Sonriente. Tranquila. Empoderada, como dicen. Nadie gritaba. Nadie corría a pedir hielo. Y yo con mi cara de: ¿qué está pasando?
Me toca. Me persigno. Sigo las instrucciones, y camino.
Y paso.
Y… no me quemé.
Solo tenía los pies cochinos, pero nada más. Y ahí fue donde algo en mí hizo clic.
Por primera vez en mucho tiempo, sentí que no sabía nada. Que tal vez todo eso que yo creía seguro… era lo que me tenía estancado.
La frase que me voló la cabeza
Después de las brasas, ya andaba más atento. Y el orador suelta esta joya:
“La persona que eres hoy te trajo hasta aquí. Pero no te llevará al siguiente nivel. Porque si supiera cómo hacerlo, ya lo habría hecho. Así que tienes que dejar morir esa versión tuya… para convertirte en alguien más grande.”
Tómala.
Yo llevaba tres años intentando subir mi facturación. Tres años haciendo lo mismo y esperando resultados distintos. Como loco. Como terco. Y ahí entendí: no era falta de esfuerzo, era falta de evolución.
También dijo:
“Lo que consumes determina en quién te conviertes. ¿Qué información metes a tu cabeza?”
Y ahí sí me dolió. Porque yo puro Netflix, memes y fútbol. Ni libros, ni podcast, ni audios motivacionales. Nada. Estaba desnutrido de ideas nuevas.
Esto aprendí
• A veces, lo que te estanca no es el mundo… eres tú.
• Si sigues siendo el mismo, tendrás los mismos resultados.
• La mente se entrena. Y también se sabotea.
• Caminar sobre brasas no es magia, es foco mental.
• Si no crees en ti, nadie más lo hará.
• Tu entorno (y tus excusas) también son una inversión.
• Cambiar de chip no es de hippies, es de valientes.
El final que no esperabas
Ese primer día me transformó. Todavía no tengo millones ni manejo un coche deportivo. Pero ya no me burlo. Ya no me cierro. Ya no creo que todo lo nuevo es una jalada.
Hoy duermo con la cabeza llena de preguntas, sí. Pero también con la certeza de que vale la pena intentar ver el mundo con otros ojos.
Mañana es el segundo día del taller. No sé qué más va a pasar. Pero por primera vez… quiero estar ahí.
Y eso, para este escéptico del América y los “vendehumo”, ya es un milagro.