No es una mera profesión o vocación; un comercio o negocio; algo que se puede elegir o dejar cuando se quiera. Dios siempre ha sido el que llama a los encargados de su pueblo. Dios llamó a Moisés en una manera inequívoca. También a los profetas les fue dada “palabra de Dios”, y él los llamó de su trabajo ordinario al oficio sagrado de profeta. Estos hombres fueron llamados por Dios, y hablaron con
forme el Espíritu Santo les dio las palabras. El primer sumo sacerdote, Aarón, fue nombrado y llamado directamente por el Señor. El Nuevo Testamento declara, en cuanto al sumo sacerdocio, que “nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón” (Hebreos 5.4). Pablo encargó a Timoteo y Tito que dirigieran la obra de llamar a los pastores (2 Timoteo 2.2; Tito 1.5).