27/10/2025
El reloj del abuelo
Cuando Clara era niña, le gustaba sentarse frente al reloj del abuelo. A veces creía que dormía, porque su tic-tac era tan lento que parecía respirar. No marcaba el tiempo, sino los recuerdos: pasos que se habían ido, risas que aún flotaban por la casa.
Con los años, Clara comprendió que el reloj no medía las horas, sino los regresos. Cada campanada traía un instante perdido, una caricia que el tiempo no pudo borrar.
Hoy, ya sin el abuelo, el reloj sigue latiendo. Y Clara, al escucharlo, jura que todavía lo oye caminar por el pasillo.