
22/08/2025
LA PICOTA DE BRIHUEGA: SÍMBOLO DE JUSTICIA MEDIEVAL EN LA ALCARRIA
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La Picota de Brihuega constituye un símbolo singular de justicia medieval en la Alcarria. No debe confundirse con un rollo, pues aunque ambos términos se emplean a menudo como sinónimos, presentan diferencias notables.
La picota fue esencialmente un instrumento penal orientado al castigo y escarnio público de reos: exponerlos a la vergüenza, azotarlos e incluso mostrar sus cuerpos tras la ejecución.
En cambio, el rollo representaba prerrogativas jurisdiccionales y administrativas, se vinculaba al rango de villazgo y se erigía en plazas principales como signo de autonomía y límites territoriales.
Mientras la picota se instalaba en espacios destacados con fines punitivos, el rollo se situaba a las afueras con carácter jurisdiccional. Esta distinción resulta decisiva para clasificar el monumento briocense.
La Picota de Brihuega, construida en el siglo XVI, se levanta en granito y caliza erosionada, con fuste cilíndrico, collarín vegetal y basamento cuadrangular. Ubicada junto a la Puerta de la Cadena, cumplía doble función: afirmar la condición de villa con jurisdicción propia y servir de instrumento de escarnio público. Así simbolizaba que Brihuega no era una aldea, sino una villa con autonomía judicial.
Recientemente, el Ayuntamiento ha invertido más de 10.000 euros en su restauración siguiendo criterios de mínima intervención: limpieza, eliminación de morteros inadecuados, reposición de piezas en caliza, desmontaje y recolocación piedra a piedra, reintegración volumétrica y cromática, y aplicación de tratamiento hidrofugante.
Los orígenes de Brihuega se remontan al poblado celtibérico Brioca, derivado de “briga” o fortaleza, emplazado en un lugar estratégico de control de rutas. En 1085 Alfonso VI conquistó el enclave a los musulmanes y lo cedió al arzobispo Raimundo de Toledo.
Desde entonces, Brihuega quedó bajo señorío episcopal, lo que marcó decisivamente su desarrollo. Bajo Rodrigo Ximénez de Rada (1210-1247) alcanzó su mayor esplendor. El arzobispo concedió el Fuero de Brihuega en 1242, dotando a la villa de organización municipal, privilegios, derechos y deberes escritos.
El fuero consolidó el dominio sobre aldeas dependientes y favoreció una etapa de auge con feria anual, mejoras jurídicas, expansión amurallada e impulso constructivo de iglesias.
La Picota de Brihuega se erigió como expresión de esos privilegios jurisdiccionales: confirmaba la potestad de juzgar y castigar, incluso con pena capital, en virtud del “privilegio de horca y cuchillo” otorgado a villas y monasterios en la repoblación cristiana.
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