23/12/2025
«Entender la Música. Vivir la Música. Estaciones Sonoras. ¡Por un 2026 ilusionante!», por Joaquín Gómara «Kinito»
Estaciones Sonoras del año 2025 ya son agua pasada. Lo mejor de todo reside en vivir el momento, y en este que nos toca, ya está en marcha la edición de 2026. Sin embargo, la historia musical está bien guardada, como nuestro patrimonio. Evocando las canciones de nuestra larga trayectoria, con la ventaja de poder hacerlo a través de YouTube o Spotify, podemos disfrutarla cuando queramos.
Dando la importancia que merecen los acontecimientos acaecidos a través de Radio Cierzo Cascante y Estaciones Sonoras, resulta obvia la necesidad de indagar, con el fin de ampliar conocimiento a lo que se aproxime a nuestra realidad. Sin ánimo de mostrar desprecio a otras muchas poblaciones importantes que promueven acontecimientos similares, lo de Cascante es distinto. El deseo y la constancia en elaborar un proyecto de esta envergadura, para que, al final, todo salga bien, cuesta.
En definitiva, ¿qué son las Estaciones Sonoras de Cascante? La combinación de amasar la unión de dos grupos o bloques: las gentes y la música. Así de sencillo, y no hay más.
En primer lugar, grupos de personas que vienen de diferentes provincias, atraídas por sus ídolos, y que, pagando la entrada, se convierten en receptoras del ambiente creado; con alegría, con cariñosos saludos; con el entorno de calles típicas, la amabilidad de la gente, el olor a fiesta que sale de los bares. Todo esto es motivo para que se llenen los aforos donde se realizan las actuaciones, y obligue a la organización a colgar el cartel de “no hay billetes”.
Es una suerte contar con una treintena de jóvenes -y no tan jóvenes- con ganas de comerse el mundo. Desde la gestión a la administración, pasando por la logística de montaje y barras; todo el grupo unido, sin ánimo de lucro, se lanza a la aventura, realizando los trabajos duramente, para que todo salga a la perfección.
Cuánto podríamos hablar de los músicos. En la cartelera se aprecia el nivel, destacando un reflejo sonoro adquirido a través de muchos años de estudio, para que, con su disciplina y sensibilidad, puedan desarrollar los complicados acordes de las guitarras, y hagan las delicias y admiración de los oyentes. Son dinámicos protagonistas del escenario, entienden bien a la gente, convencen, valoran la buena comida; están a gusto con el trato amable, con la comodidad de camerinos preciosos y precisos, así que, muchos de ellos, han repetido la experiencia de estar con nosotros.
El tratado de este segundo bloque, sin lugar a duda, es la música. De todos y para todos, igual es para los pobres que para los ricos; para las pequeñas tribus, como para los miles de persona que llenan los estadios. En este planeta no existe lugar en el que no esté omnipresente. Es asombroso el hecho por el cual, a esta minúscula ciudad de Cascante, nos llega, desde lejanos países, música representativa de nuestra cultura interpretada por músicos de otros lugares, estimulando nuestros sentimientos y emociones. Cuando penetra en nuestros oídos, desde la Rusia comunista, la zarzuela “Don Quijote” desde el Teatro Mariinski de San Petersburgo, con el famoso director Valeri Guérguiyev; o, desde el Teatro Bolshói de Moscú, podemos escuchar al Coro del Ejército Ruso cantando la “Jota Aragonesa” (te pone la carne de gallina). La Orquesta de la Luz tiene mucho éxito en los países de América Latina, siendo sus componentes orientales del Japón, a 15.000 kilómetros de distancia: ¡qué pasada! Las canciones de “salsa caliente japonesa”, que oímos desde Sudamérica, las recibimos en un clarísimo castellano de Miguel de Cervantes. Es curioso: una de las orquestas sinfónicas más importante del mundo nos llega de la mano de la Berliner Philharmoniker de Berlín, con “Capricho Español” del soviético Nikoai Rimski-Korsakov.
Estas pequeñas reseñas nos sirven de muestra de otros miles de versiones existentes que ejemplifican el poder migratorio e imparable de la música. El diseminado que ofrece la música de las películas por todo el mundo nos dice algo obvio y mágico al mismo tiempo: no existen las fronteras.
Para terminar, con los efectos provocados por la música de las “Estaciones Sonoras”, debemos reparar en que tenemos un tesoro: la “música de raíces”. Desde todas las provincias españolas, la pluralidad de estilos se hace evidente: la rumba catalana y el flamenco andaluz de Soleá Morente y María Pelae, el sentir manchego de Hermanos Cubero, los bilbaínos Travellin’ Brothers con el jazz, el pop aragonés de Amaral, lo entrañable del folklore gallego, o el criollo afroamericano de Sidonie.
Lo complicado de la música, para unos, es una cosa; para otros, justamente lo distinto. Cuando, para un progenitor, es la música clásica su predilección, pero su hijo se desvive por el pop, y su otro vástago por el heavy metal, el condimento musical provoca que ninguno trate de imponer. Se respetan, y no pasa absolutamente nada.
Con todo este refuerzo cultural hemos entendido mejor lo sugestivo de los gustos de las personas. Entender es algo muy distinto a tener conocimiento de las cosas (entender es condición indispensable para decidir adecuadamente). Unos piensan que la música es el arte de organizar sonidos en el tiempo, combinando ritmo, melodía y armonía. Otros, sucesión de sonidos al oído que estimulan el cerebro. Aristóteles y Platón creen que es un elemento intrínseco a la promoción de la armonía y lo espiritual del alma. De aquí que se abracen los cristianos a la espiritualidad en las catedrales con el réquiem, las antífonas, el Te Deum y la misa del Mesías, con el Aleluya de Haendel, o la Gran Misa en Do Menor de Mozart. Al hilo de Haendel: hace siglos, un niño pobre vio la luz desde un pesebre, culminando lo divino y lo humano, y la música se introdujo, originando villancicos cuya ternura nos lleva a cantar, en la fiesta navideña, “Noche de Paz y de Amor”. A esta espiritualidad también se abrazan los islámicos en Marruecos, en el “Festival de Música Sacra” de Fez. Gemidos de oración a ritmo de panderos sirios. Este festival fue reconocido por la ONU por contribuir al diálogo y promoción por la paz. Pitágoras la incluye en el sistema matemático, y cuando le preguntan ¿qué es la música?, levanta la mano, y cliqueando con los dedos, al son del “tic,tic, tic”, afirma que “esto es música”. Esta teoría, si se aplica al ritmo de nuestros impulsos cardiacos, representa, casi sin enterarnos, la canción monótona que nos acompaña, sin exagerar, hasta la muerte. Sean como sean las respetables interpretaciones de cada uno, muchos estamos a favor de la proclama del amigo Jesús Pinilla, quien siempre dice que “la música es vida”.
Algún motivo existirá para que, desde la biblioteca de Cascante, el equipo de Radio Nacional de España, con Ángel Carmona a la cabeza, lance nuestro proyecto y nuestra música para todo el planeta.
Que continúe la vida en "Estaciones Sonoras” y en todas las personas de este planeta, para encontrar un hueco en el que poder insertar la paz y el amor.
¡Feliz Navidad!
Joaquín Gómara, “Kinito”.
Estaciones Sonoras del año 2025 ya son agua pasada. Lo mejor de todo reside en vivir el momento, y en este que nos toca, ya está en marcha la edición de 2026. Sin embargo, la historia musical está …