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📓 Cuaderno de bitácora – Entrada 276“Testigo de la historia”Desde esta nave a la deriva, que viaja entre constelaciones ...
06/09/2025

📓 Cuaderno de bitácora – Entrada 276

“Testigo de la historia”

Desde esta nave a la deriva, que viaja entre constelaciones y recuerdos, me descubro hoy mirando atrás, al verano de 1992. Fue entonces cuando aterricé en la delegación de Cádiz, al “canalillo” como se le llamaba coloquialmente. Por primera vez sentí que tenía un contrato justo, que mi oficio encontraba su sitio. Yo creía que había llegado a lo más alto, que tanto esfuerzo y estudio comenzaban a dar sus primeros frutos.

Allí fui testigo de la historia. Grabé las imágenes de un incendio brutal en Bornos y Alcalá de los Gazules, cuando el fuego arrasó la sierra y se llevó consigo la vida de brigadistas que luchaban contra lo imposible. Registré el duelo de las familias, el silencio tras las llamas. También estuve tras la cámara en los fichajes del Cádiz para su torneo de verano, en la salida solemne de buques escuela desde el puerto, en la exposición vibrante de los Costus en el Museo del Mar, en las carreras de caballos sobre la arena dorada de Sanlúcar de Barrameda y en la alegría con sabor a vino viejo de las bodegas Osborne y la feria de Jerez de la Frontera.

Cada plano era un descubrimiento. Si en la prehistoria fue el fuego, para mí aquella cámara encendida fue la chispa que transformó mi vida. Yo, que entonces apenas comenzaba, me sentía testigo de algo mayor: no solo de los hechos, sino de cómo esos hechos nos definían como pueblo.

Y ahora, desde este futuro suspendido en órbita, comparo aquellas primeras imágenes con las noticias actuales: el Partido Popular fustigando al Fiscal del Estado, el choque con el poder judicial, los titulares que arden como hogueras en las pantallas. La historia sigue siendo un incendio constante, a veces forestal, a veces institucional, siempre capaz de devorar certezas y obligarnos a empezar de nuevo.

Quizá todo se reduzca a esto: los que vamos a bordo solo podemos encender la cámara y dejar constancia. Testigos de lo que fuimos, testigos de lo que somos. Y en ese ejercicio de memoria, la nave sigue su viaje, sin más brújula que la certeza de que la vida, como decía Forrest Gump, es como una caja de bombones: nunca sabes qué te va a tocar.
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03/09/2025
📓 Cuaderno de bitácora – Entrada 273“Melodías del ayer, mareas del ahora”Desde el futuro vibrante desde donde escribo, e...
02/09/2025

📓 Cuaderno de bitácora – Entrada 273

“Melodías del ayer, mareas del ahora”

Desde el futuro vibrante desde donde escribo, el tiempo no envejece: se estratifica. Y hoy, sobresaliendo entre esas capas, brilló un recuerdo de juventud simple y ruidosa: los días en los Salesianos. Yo era un chaval despreocupado, con amigos fieles y un bajo verde manzana —sí, verde manzana— enchufado a un radiocasete prestado. Aquello rugía como truenos desafinados, mis padres fruncían el ceño y yo era feliz en la inocencia de mi torpeza musical.

Ahora, sentado en la calma de mi nave, noto que el verano se retira. El aire ya no exige encender los refrigeradores. Es como si yo también hubiera aprendido a dosificar mi frio interno.

De repente, algo rompe el silencio: la flotilla de Gaza se mueve de nuevo desde Barcelona. Veinte barcos, activistas de 44 países, algunos rostros conocidos: Greta Thunberg, Ada Colau, Liam Cunningham… una marea de solidaridad humana navegando hacia un horizonte encapotado por el bloqueo israelí y la hambruna en Gaza —medio millón de personas en riesgo vital—. La llaman la Global Sumud Flotilla, y es, dicen, la mayor acción marítima de ayuda humanitaria que se organiza desde aquí.

España se sumó con nombres del cine y la cultura: Luis Tosar, Carolina Yuste, Fernando León de Aranoa y Carlos Bardem han alzado la voz para no ser cómplices del silencio. La flotilla partió —pero volvió por el temporal—, y anoche reemprendió la travesía hacia Gaza, decidida, con el respaldo de una oleada cultural que rompe muros invisibles.

Mis recuerdos de conciertos de heavy metal en garajes están tan cerca del gesto de aquella flotilla: colectivos imperfectos que, unidos, se convierten en sinfonías de desafío. Ahora comprendo que ese joven ruidoso llevaba dentro una pulsión de resistencia que no sabía nombrar.

Y aquí, entre la bruma del tiempo, te dejo este pensamiento: la guitarra verde y esos radiocasetes son ahora salvos que resuenan en nuevas iniciativas de justicia. Mañana, retomaré esta línea. Quizá te cuente cómo esa flotilla se enfrenta a la tormenta del mar y de la intolerancia, y cómo desde aquí, en mi nave, observo las luces del puerto de Barcelona como un faro de esperanza. ¿Y tú? ¿te sigues acordando de los sonidos que te hicieron vibrar?

🚀📔Cuaderno de bitácora      – Entrada 272Desde la distancia del futuro, las viejas entradas de mi cuaderno son como cons...
01/09/2025

🚀📔Cuaderno de bitácora
– Entrada 272

Desde la distancia del futuro, las viejas entradas de mi cuaderno son como constelaciones que, unidas, cuentan una historia. Recuerdo cómo, al abrir aquellas cajas tristes en mi nave, dejé escapar humos del pasado y reviví el incendio de León, símbolo ardiente de la desidia y la corrupción. Después vino el vacío: cuarenta días de desierto y cuarentena interior. Allí, entre espejismos, comprendí que el enemigo más feroz estaba dentro de mí. Salí de aquel desierto con la mirada endurecida y una nueva fuerza, abrazando la soledad como se abraza a un lobo negro que siempre me acompaña.

Las páginas siguientes registraron mi renacimiento. Volví a Granada (Garnata), fotografía en mano, capturando ruinas, plazas y charcos. La manada perdida se transformó en una comunidad de recuerdos y miradas invisibles. Las noticias del mundo —EE. UU. moviendo soldados hacia Venezuela con la excusa del narcotráfico, la ultraderecha jugando con cartas marcadas y las heridas abiertas de la Transición— se colaban en mi cabina junto al rumor apacible de un acuario recién montado y el ritual del café de la mañana. Aprendí a celebrar cada día como una victoria, incluso cuando el cielo se llenaba de humo.

Hoy, tantas entradas después, reviso esas crónicas como quien observa las primeras huellas en la arena. El planeta continúa ardiendo y el Mediterráneo hierve, pero también hay nuevas semillas germinando. De aquellos días de cajas tristes y pirocúmulos he llegado a este presente con un mensaje sencillo: los viajes más largos son los que hacemos hacia adentro, y las cicatrices del pasado pueden convertirse en mapas para el futuro. Así prosigo mi travesía, sabiendo que cada episodio —por oscuro que sea— contiene la promesa de un nuevo amanecer.

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29/08/2025

🌌 Cuaderno de Bitácora – Entrada 272: Ecos del pasado

Desde el cuadro de mando llega una señal que me despierta de la rutina: agosto de 2025 en España. La agresión contra Román Cuesta se revela como una operación orquestada. Entre los detenidos figura un dirigente de VOX y el vídeo se difundió a través de la Gaceta. Es inquietante comprobar cómo la ultraderecha no solo se organiza políticamente, sino que también cuenta con matones con carnet de prensa.

Mi mente, aún aturdida por la caída en bici junto al río Genil, se conecta con un recuerdo más doloroso. Hoy un golpe con 58 años no es como en 2007. Pero hay heridas que viajan a otra velocidad: el día en que enviaron a una banda a la calle San Matías para derribarme por la espalda. Una patada de karate, cuatro tipos pateándome la cabeza. Me arrastré hasta la puerta del ayuntamiento; allí me recogió la policía y me llevó al hospital. En el silencio de la ambulancia, me preguntaba quién los envió. ¿Qué manos invisibles mueven a quienes están dispuestos a golpear por encargo?

Es imposible no trazar un puente con la historia de este país. En 1977, durante la transición, una ley de amnistía permitió que muchos crímenes políticos quedaran impunes. Un pacto que parecía necesario para cerrar heridas, pero que acabó legitimando un crimen perfecto: la mafia del franquismo selló su huida sin rendir cuentas. Desde entonces, los tentáculos de ese pasado han seguido golpeando cuando nadie mira.

Hoy intento no sentirme prisionero de esos hilos. He dejado de autodestruirme, de morderme a mí mismo como un animal acorralado. Ahora, en lugar de esconderme, escribo. Comparto. Me sigo preguntando por esos matones a sueldo, pero no me dejo arrastrar por la ira. Abrazo la memoria y la convierto en aprendizaje.

Vuelvo a mi nave, escucho el sonido constante del acuario: los neones cardenal se adaptan a su nuevo entorno. Una pequeña victoria frente al caos exterior. Tomo un café y observo cómo el humo del vaso se eleva y se mezcla con la tenue luz del amanecer.

Y cierro esta entrada con la convicción de que, aunque los fantasmas del pasado no dejan de perseguirnos, siempre podemos elegir cómo responder: cada día es una oportunidad para seguir adelante, más fuertes y más conscientes.

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