15/05/2025
GRACIAS MÚJICA
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Las flores no siempre existieron: antes amanecía el paisaje de este planeta sin ellas.
Hubo en Pepe Mujica una extraña (por conmovedora) voluntad de pensar el mundo para todas. Una exigencia para que alcanzáramos a la vez las cosas buenas y hermosas, que únicamente pueden ser buenas si hay tiempo y tan solo pueden ser hermosas si ese tiempo es con las demás. Frente a los esos ejemplos de hombres de éxito, que usan la seducción para destruir y acumular, frente a todas esas ficciones de hombres poderosos, Mujica aparecía con el pensamiento alzado, discreto y austero, con las palabras y el saber y el conocimiento y lo posible y lo verdadero en el pecho. Frente a un ágora en el que todo es una guerra, todo un enemigo, todo una oportunidad personalista para brillar uno ensombreciendo al otro, todo un vídeo editado con música épica mientras se lanzan zascas, todo un y tú más y tú peor, otros modos, otros haceres, la filosofía.
La gente necesita de la belleza para poder pensar en sus existencias.
Un filósofo guerrillero, un filósofo presidente, un filósofo que observaba las flores, que no siempre existieron, pero luego sí, luego llegaron para quedarse.
Necesitamos personas buenas, que no quiere decir tontas, que no quiere decir ingenuas, que no quiere decir sin contradicciones. Necesitamos personas que se comprometan con lo que ellas no son, con la extraña (por conmovedora) idea de que podemos cambiar, con la potencia transformadora del lenguaje, con la alegría y la esperanza, con todas esas cosas que nos dicen que son utopías para que dejemos de soñarlas, para que nos conformemos con la mi**da que tenemos, con la que nos dan.
Estamos faltos de la suerte de hombres buenos como el Pepe que, a pesar de todo, sigan sintiendo ternura por la vida, que nos recuerden que nos merecemos el pan y las rosas, que nos den ganas de imaginar otros mundos posibles, que ya existen, como las flores, y que ya están aquí, como nosotras.
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