Grulla psicología y nutrición

Grulla psicología y nutrición Psicología y nutrición

Las técnicas relacionadas con la defusión cognitiva o el mindfulness nos resultan muy útiles cuando tenemos delante pers...
22/07/2025

Las técnicas relacionadas con la defusión cognitiva o el mindfulness nos resultan muy útiles cuando tenemos delante personas con problemas de alimentación.

Sin embargo, pueden ser tan útiles como iatrogénicas sinos fallan los criterios para saber como y cuando aplicarlas.

En esta formación cortita y al pie te explico todo lo que necesitas saber para usarlas bien.

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El objetivo no es ensuciar la dieta y enseñar a mal comer.Es que la recuperación sea total. No solo fisiológica, sino ta...
17/07/2025

El objetivo no es ensuciar la dieta y enseñar a mal comer.

Es que la recuperación sea total. No solo fisiológica, sino también funcional. Y para eso es necesario exponerse a todos los escenarios de la vida.

Poder comer un helado con amigos es salud.

No sufrir un ataque de ansiedad cuando un compañero lleva bombones al trabajo es salud.

Poder comer fuera de casa sin pasar media hora mirando la carta es salud.

Y así sucesivamente.

Antes que psicólogxs somos personas.
16/07/2025

Antes que psicólogxs somos personas.

Cuando el cuerpo se convierte en escaparate, lo que se pierde no es solo la relación con la carne, sino con la existenci...
15/07/2025

Cuando el cuerpo se convierte en escaparate, lo que se pierde no es solo la relación con la carne, sino con la existencia misma. Ya no importa cómo se siente, sino cómo se ve. Ya no es un lugar desde el que estar en el mundo, sino una superficie que debe cumplir una función estética y social.

En el contexto de los TCA, esta disociación no es casual: es el síntoma de una cultura que nos ha enseñado que el cuerpo es un proyecto, una promesa, una moneda de cambio. Aprendemos a tratarnos como un objeto externo, algo que debe ser corregido, contenido o embellecido. Y en ese proceso, nos alejamos cada vez más de la posibilidad de habitarnos de verdad.

Habitar el cuerpo no es fácil cuando todo a tu alrededor te exige convertirlo en espectáculo. Pero reconocer esa exigencia es el primer paso para dejar de obedecerla.

Durante años, aprendimos —a golpe de evidencia y dolor— que los cuerpos extremadamente delgados de las pasarelas no eran...
09/07/2025

Durante años, aprendimos —a golpe de evidencia y dolor— que los cuerpos extremadamente delgados de las pasarelas no eran ni realistas ni representativos, y mucho menos saludables.

Esa crítica fue necesaria y justa. Se abrió entonces una conversación importante: empezamos a señalar la violencia estética, a identificar cómo ciertos ideales corporales estaban íntimamente ligados a los trastornos de la conducta alimentaria.

Lo que no vimos venir fue la mutación del ideal. Ya no se premia el cuerpo delgado en su versión pasiva y "enferma"; ahora se impone el cuerpo fit, musculado, fuerte, eficiente.

La narrativa ya no es “ser delgada para gustar”, sino “ser fuerte para empoderarte”. Y claro, ¿quién puede estar en contra del empoderamiento?

Porque aunque en la superficie parezca que hemos avanzado, lo cierto es que el mandato corporal no ha desaparecido: ha cambiado de forma, se ha sofisticado.

Ahora, el cuerpo ideal es uno que requiere dedicación constante, control absoluto sobre la comida, disciplina férrea en el gimnasio y una relación milimétrica con el rendimiento. Lo disfrazamos de salud, de autocuidado, incluso de feminismo. Pero en muchos casos es la misma cárcel, con paredes más modernas.

Y mientras tanto, seguimos sin hacernos la pregunta más incómoda: ¿por qué seguimos necesitando un cuerpo ideal al que aspirar? ¿Por qué el mercado, la cultura y nosotros mismos insistimos en que nuestra valía debe medirse —literalmente— en kilos, porcentaje de grasa o métricas de otro tipo?

Como es posible que cada vez seamos más egoístas y a la vez, lo parezcamos menos.
07/07/2025

Como es posible que cada vez seamos más egoístas y a la vez, lo parezcamos menos.

Hay un momento en el tratamiento donde la comida ya no es el centro, pero sigue siendo el campo de batalla. El plato est...
01/07/2025

Hay un momento en el tratamiento donde la comida ya no es el centro, pero sigue siendo el campo de batalla. El plato está ahí, cargado no de calorías, sino de significados: control, caos, invasión, cambio.

La exposición progresiva no busca simplemente que el cuerpo coma, sino que la mente tolere. Tolere la incertidumbre de no saber cuánta grasa hay, la ambigüedad de un plato servido por otro, la incomodidad de no tener la última palabra.

La progresión no es lineal. No es de arroz blanco a pizza. Es de certeza a duda, de previsibilidad a flexibilidad. Hay pacientes que pueden comer algo “prohibido” si lo preparan ellos, si lo fraccionan, si lo ritualizan. Pero no toleran que el caos entre por la puerta de la cocina ajena, del restaurante, del comedor familiar.

El error clínico más común es confundir exposición con desafío. Hacerlo difícil no lo hace terapéutico. Lo terapéutico es lo que moviliza sin colapsar, lo que desestabiliza lo justo para que el paciente se reorganice. Y eso implica mirar más allá del alimento y más allá de la conducta. Implica entender que la exposición eficaz no es comer “el qué”, sino “el cómo, el cuándo y el con quién”.

Con el tiempo, he llegado a pensar que una gran parte del sufrimiento que traen las personas a terapia no proviene tanto...
30/06/2025

Con el tiempo, he llegado a pensar que una gran parte del sufrimiento que traen las personas a terapia no proviene tanto de lo que les sucede, sino de lo que no pueden permitirse desear.

No hablo de deseos superficiales o caprichos pasajeros. Hablo de ese deseo profundo que habita en nosotros, que no se elige, que a veces ni siquiera se formula con palabras, pero que late ahí, insistentemente.

Muchas personas llegan a terapia porque han pasado años actuando en función de lo que debían, lo que se esperaba o lo que hacía falta para mantener una identidad o sentimiento de pertenencia.

Hay una brecha entre lo que viven y lo que de verdad las mueve por dentro. Y esa brecha se traduce en ansiedad, insatisfacción, apatía, vacío... a veces sin causa aparente.

Lo paradójico es que el deseo, cuando no se escucha, no desaparece.

Por eso, la terapia no es tanto un lugar donde se le dice a alguien qué hacer, sino un espacio donde esa persona puede empezar a reconocer cuál es el deseo que la habita, y a preguntarse si está dispuesta a hacerse responsable de él.

Porque desear también da miedo. Porque desear conlleva elegir, y toda elección implica una pérdida. Pero cuando alguien logra, aunque sea por un instante, actuar conforme al deseo que habita en él o en ella, algo cambia. La vida recupera dirección. Ya no se trata solo de sobrevivir, ni de hacer lo que toca, sino de vivir con una cierta verdad, con una cierta coherencia interna.

Eso, creo, es uno de los mayores logros terapéuticos: reconciliarse con el propio deseo, no como una meta concreta, sino como un hilo que guía desde dentro. Un hilo que, si se sigue, lleva a una vida más auténtica, aunque no siempre más fácil.

Solo podemos aceptar lo que podemos ver. Y de eso se trata, de preparar el terreno. Para llegar al abismo donde asomarno...
25/06/2025

Solo podemos aceptar lo que podemos ver. Y de eso se trata, de preparar el terreno. Para llegar al abismo donde asomarnos a mirar.

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Nombrar ciertas prácticas alimentarias como “adictivas” no solo propone una analogía con las dr**as, sino que vincula un...
24/06/2025

Nombrar ciertas prácticas alimentarias como “adictivas” no solo propone una analogía con las dr**as, sino que vincula una narrativa sobre pérdida de control, patología cerebral y necesidad de intervención médica. Esto puede ofrecer alivio a algunas personas, pero también puede servir para reforzar estigmas y medicalizar un problema emocional.

Desde una perspectiva de salud pública, centrarse en la adicción desplaza la atención del entorno alimentario hacia el individuo. Se convierte en un problema de “voluntad” o de “cerebro defectuoso”, cuando en realidad estamos inmersos en un sistema alimentario que optimiza la hiperpalatabilidad, minimiza la saciedad y satura el mercado con productos diseñados para el consumo repetitivo.

Además, la categoría de adicción a la comida invisibiliza las motivaciones emocionales, vinculares y contextuales que subyacen al comer compulsivo. Comer en exceso, en muchos casos, no es una conducta irracional ni impulsiva, sino una estrategia de autorregulación emocional frente a la angustia, la soledad o la falta de otras herramientas simbólicas.

Por todo esto, más que responder si “la adicción a la comida existe”, deberíamos preguntarnos qué hace esta categoría, a quién sirve, qué borra y qué impide ver.

La DSR no es solo ponerse triste cuando alguien te critica. Es vivir cada gesto, cada palabra ambigua, cada silencio com...
23/06/2025

La DSR no es solo ponerse triste cuando alguien te critica. Es vivir cada gesto, cada palabra ambigua, cada silencio como una confirmación de que no vales, de que no encajas, de que algo en ti está mal. Y cuando eso se vuelve crónico, el cuerpo aparece como una especie de chivo expiatorio.

El razonamiento, muchas veces inconsciente, es claro: si logro que todo lo que sea vea de mi sea perfecto, no sufriré.

Y claro, eso pega de lleno en los TCA. Porque entonces la comida, el peso, el espejo, no son el problema de fondo. Son las herramientas con las que intentan resolver un dolor mucho más difícil de nombrar.

Lo jodido es que muchas personas con esta sensibilidad extrema al rechazo aprenden a volverse impecables. Complacientes, responsables, funcionales. Y eso les sirve para reforzar su autoestima, pero también las deja atrapadas. Nadie ve su sufrimiento, porque desde fuera todo parece estar en orden. Y en consulta, si no estamos muy atentos, nos tragamos ese personaje.

Nos han dicho que florecer en medio de la adversidad es un acto de grandeza. Que el sufrimiento, si se gestiona bien, no...
18/06/2025

Nos han dicho que florecer en medio de la adversidad es un acto de grandeza. Que el sufrimiento, si se gestiona bien, nos transforma en versiones mejores de nosotros mismos. Pero nadie habla del costo invisible de sostener esa narrativa. Nadie cuestiona lo absurdo de obligar a una persona rota a seguir pareciendo decorativa.

La figura en la maceta no lucha por crecer: sobrevive como puede, con raíces expuestas, con una lágrima espesa hecha de tierra y agotamiento. Y aun así, el entorno la celebra. No por compasión, sino por lo cómodo que resulta admirar el dolor ajeno mientras este se mantiene quieto, útil, en silencio.

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