26/11/2025
𝐀𝐑𝐌𝐄𝐍𝐈𝐀 𝐄𝐍 𝐏𝐑𝐎𝐒𝐀 𝐘 𝐄𝐍 𝐕𝐄𝐑𝐒𝐎
𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐈𝐈𝐈
Los viajes de los escritores a las provincias periféricas eran muy populares –escribe la viuda del poeta, Nadezhda- y la mayoría escogía el mundo musulmán. O.M. consideraba que la atracción de nuestra gente por el oriente musulmán no era casual. El determinismo, la disolución del individuo en un militarismo sagrado, las inscripciones ornamentales en una arquitectura abrumadora para el hombre, todo ello cuadraba mejor con la gente de nuestra época que las enseñanzas cristianas sobre el libre albedrío y el valor del individuo.
¿Tenía razón Nadezhda Mandelstam? ¿Qué tenían en común el mundo musulmán y la potencia atea que soñaba con destruir la religión? Pues que esa potencia veía en el individuo tan solo una pieza dentro de un enorme mecanismo y una plataforma invisible para el profeta que proclama las verdades divinas, para el caudillo.
"A pesar de todo su amor por los viajes –nos dice N. Mandelstam-,[Ó.M.] se negaba en redondo a viajar a Asia Central o a Extremo Oriente". Sus intereses eran amplios, pero no ilimitados. A él le interesaba "la ramificación del pensamiento europeo" (como dejó dicho en unos versos escritos a la muerte de Andrey Beli). La principal fuente de ese pensamiento es la Antigüedad clásica. Y la poesía del joven Mandelstam está saturada de elementos de la literatura y la mitología greco-latinas. Elementos, por cierto, estrechamente relacionados con el tema de la Táurida.
En uno de los artículos, Mandelstam utiliza un concepto sorprendente: "helenismo casero". La antigua Táurida, convertida en Crimea a partir de la Edad Media, le parecía un brote ruso, vivo, familiar, del árbol helenístico. Y Armenia también constituía, como Crimea, la periferia del imperio. Su cultura, ligada desde 1828 al destino de la cultura rusa, también había sido templada en el crisol del helenismo en la Antigüedad y en la Edad Media. ¿En qué los podemos ver? Los dioses armenios fueron adquiriendo paulatinamente rasgos de los dioses olímpicos. Las estatuas se esculpían según modelos griegos, como demuestra, por ejemplo, la cabeza de la diosa Anahit, que se conserva hoy en el Museo Británico. A una veintena larga de kilómetros de Ereván, en el pueblo de Garní –residencia de verano de los monarcas armenios- se alza un magnífico templo del sol, construido en el siglo I antes de Cristo, en el que la columna típicamente griega se combina con un ornamento en relieve de raíz propiamente armenia. Al lado del templo se ven restos de unas típicas termas romanas, con el mosaico bien conservado. Y más. La lengua griega fue ampliamente adoptada por la aristocracia armenia. Plutarco nos deja el testimonio del rey Artavasdes, hijo de Tigranes el Grande, que "componía tragedias y escribía discursos y obras históricas [en griego]".
En el Viaje a Armenia Mandelstam dice, al hablar de un rey armenio hecho prisionero: "Sus oídos se han atontado con tanto silencio y, en cambio, en otros tiempos habían escuchado música griega". Después de la cristianización, en Armenia se formó una escuela grecófila de filósofos y traductores, que dominó la escena de la vida intelectual durante mucho tiempo.
Claro que con todo esto no hacemos más que aludir a los momentos más sobresalientes.
Así pues, tenemos tres eslabones de una firme cadena: la antigüedad clásica, la Táurida y Armenia.
Más aún: al reflexionar sobre Armenia, Mandelstam vio en ella la personificación del cristianismo originario, primitivo, esa segunda fuente de la cultura europea, comparable en potencia a la Antigüedad clásica. El cristianismo entró en Armenia a mediados del siglo I. Según la tradición eclesiástica, en diversas regiones del país existían comunidades cristianas (se citan los nombres de los obispos que las dirigían y los límites de su mandato: entre cuatro y treinta años). Estos datos legendarios vienen confirmados por el testimonio de Tertuliano en su tratado Adversus Judaeos y por el de Eusebio de Cesarea en su Historia eclesiástica. Por otro lado, todas las iglesias cristianas reconocen a Armenia como el lugar de predicación y muerte por martirio del apóstol Bartolomé y, en menor medida, del apóstol Tadeo. En resumen, no sin razón Mandelstam veía en Armenia el país de un cristianismo "de fábula" (es decir de tiempos legendarios, muy remotos).
Imagen: Templo de Garni, antecedentes de la cultura griega en Armenia.