08/08/2025
El Moschus moschiferus, conocido como ciervo almizclero siberiano, es una criatura tan enigmática como fascinante. A pesar de su nombre, no pertenece a la misma familia que los ciervos comunes. Este pequeño ungulado, que habita los densos bosques de coníferas del norte de Asia, especialmente en Siberia, se caracteriza por su apariencia primitiva: no tiene cuernos, pero en su lugar, los machos poseen largos colmillos que sobresalen como colmillos de vampiro, utilizados en luchas territoriales y para atraer a las hembras.
Una de sus características más curiosas y controversiales es su glándula de almizcle, ubicada cerca del abdomen. Esta produce una sustancia intensamente aromática que durante siglos ha sido codiciada por la industria del perfume y la medicina tradicional, lo que ha llevado a su caza desmedida y a su estatus como especie vulnerable.
De hábitos discretos y mayormente nocturnos, el ciervo almizclero es un experto en el sigilo. Se mueve con agilidad entre la nieve y el follaje, alimentándose de líquenes, musgos, cortezas y brotes tiernos. A pesar de su tamaño reducido, posee una gran resistencia y está perfectamente adaptado al frío extremo de su hábitat.
Su existencia nos recuerda que en los rincones más remotos del planeta aún habitan especies que parecen salidas de otra era, y que merecen ser protegidas y admiradas por su rareza y valor ecológico.