13/10/2025
De 35 centímetros de altura, conocido como “Cristo de las Batallas”, “de Lepanto” o “de los Moriscos”, se encuentra custodiado en la Colegiata de San Luis, en Villagarcía de Campos.
Su origen se remonta a la juventud del ilustre bastardo nacido en una aventura amorosa entre Carlos V y la noble Bárbara de Blomberg en 1547. Bautizado en un principio como Jerónimo, fue puesto al cuidado de Luis de Quijada, mayordomo del rey emperador.
En la Colegiata de San Luis de Villagarcía de Campos se guardan varios recuerdos de Lepanto: Algunos de ellos enviados por el mismo Don Juan de Austria a Doña Magdalena de Ulloa.
En una hornacina, está el llamado Cristo de Lepanto. Es una imagen clavada en una cruz de madera de unos 35 cm de altura. En cuya base se lee esta inscripción: «Quemado por los moriscos de Granada; sacado del fuego por Don Luis Quijada». La imagen de Cristo está ennegrecida por el fuego y el lado izquierdo medio carbonizado.
Este Cristo estuvo algún tiempo pendiente de la cabecera de la cama de Luis Quijada en su Palacio-Castillo de Villagarcía. Pasó luego a manos de Don Juan de Austria, que lo conservó como preciosa herencia; le acompañó en todas sus campañas militares, sabemos que se encontraba entre las pertenencias que Don Juan de Austria se llevó a la batalla de Lepanto.
En Namur (Flandes), enfermo de tifus, y sabedor del final de sus días, volvió Don Juan de Austria a besar por ultima vez y aferrado a aquel cristo quemado, y agonizante entregó su vida, con el “cristo de los moriscos” sobre el pecho.
En septiembre de 1.947 se presentó en Villagarcía de Campos un teniente de Navío, delegado del Ministerio de Marina, para llevarse el Cristo de las batallas a una exposición, pero tal fue la oposición en el pueblo que tuvo que volverse a Madrid con las manos vacías hasta que volvió con una petición oficial; y sólo entonces se hizo la entrega, con Acta notarial, el 5 de octubre de 1947, Y con motivo de la exposición en el museo naval, del IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, también presente en la batalla de Lepanto, que el mismo Miguel de Cervantes denominó “La mas memorable y alta ocasión que vieron los tiempos”.