Reflexiones Personales Politicas y Liberales

Reflexiones Personales Politicas y Liberales REFLEXIONES PERSONALES. (Para algunos mosquito cojonero, para otros un tonto del haba y para los dem TODAS LAS REFLEXIONES SON PENSAMIENTOS EN ALTO.

TODO LO QUE HACEMOS TIENE UNA RAZON DE SER, PERO A VECES EL CORAZON NO ENTIENDE DE RAZONES.

10/12/2025

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Golpe de Estado… ¿de quién?

Cuando un Gobierno acusa al Tribunal Supremo de perpetrar un “golpe de Estado” por dictar una sentencia que no le gusta, algo mucho más profundo que una controversia jurídica está ocurriendo: se está erosionando el pilar esencial de cualquier democracia que aspire a llamarse así —la separación de poderes.

La sentencia del Supremo sobre el Fiscal General del Estado ha caído como una bomba en el Ejecutivo. Cinco magistrados frente a dos. Un resultado claro, sólido, razonado. Y, sin embargo, la respuesta del Gobierno ha sido inmediata: deslegitimar al tribunal, atacar a los jueces, insinuar conspiraciones. ¿Desde cuándo en una democracia un fallo judicial adverso es un ataque al Estado? ¿Desde cuándo la crítica al Gobierno es sinónimo de sedición?

Este es el verdadero problema: confunden al Estado con sí mismos. Y cuando un Gobierno llega a ese punto, el país entra en zona de riesgo.

Porque la pregunta que debemos hacernos no es si el Supremo se ha extralimitado. No. La pregunta es:
¿Qué clase de gobierno necesita desacreditar a los jueces para sostener su discurso?
¿Qué clase de país permite que se insulte a su poder judicial como si fuese una sucursal de la oposición?

Se habla de golpe de Estado. Golpe… ¿de quién?
¿De los magistrados que aplican la ley?
¿O del poder político que, incapaz de aceptar un contrapeso institucional, intenta amordazarlo a golpe de declaraciones altisonantes?

La democracia no se mide por cuántas leyes aprueba un gobierno ni por cuántas ruedas de prensa da. Se mide por cómo trata a quienes deben controlarlo: jueces, instituciones independientes, prensa crítica, ciudadanos que no aplauden.

Cuando un Ejecutivo solo reconoce como válida la justicia que le es favorable, ya no hablamos de un gobierno progresista, conservador o centrista. Hablamos de una deriva peligrosa.
Hablamos de un poder que quiere ser absoluto.

Y aquí la defensa debe ser clara: los jueces no están para agradar al Gobierno.
Están para limitarlo, corregirlo y, cuando corresponde, frenarlo.
Eso no es un golpe.
Eso es democracia.
Lo otro… eso sí que empieza a oler a autoritarismo.

06/12/2025

Ahora mismo

03/12/2025

MI REFLEXION GAMBERRA DE HOY ¡¡

A mis 83 años he llegado a una conclusión profunda, casi mística: el futuro es como la factura de la luz, uno sabe que llegará… pero no tiene ni idea de cuánto ni de cuándo. Algunos me preguntan por mi expectativa de vida, como si yo tuviera línea directa con Dios. Y yo les digo: “Mira, si Dios pensara que ya estoy de sobra, hace tiempo me habría mandado un WhatsApp celestial diciendo ‘sube que te toca’”.
Pero no: aquí sigo, con más entusiasmo que un adolescente con bicicleta nueva.
Hay quien piensa que a mi edad debería comportarme con gravedad, prudencia y recogimiento. Sí, claro. Y que los cerdos vuelan y Hacienda te felicita por ser buen contribuyente. Pues no: a mí me da por reírme del diablo, que bastante trabajo tiene el pobre persiguiendo a gente con más prisa que yo. Yo lo saludo desde lejos, le guiño un ojo y sigo mi camino. Total, ¿qué me va a hacer? ¿Asustarme? A los 83 uno ya solo teme dos cosas: que la siesta se acabe demasiado pronto y que el camarero no te oiga cuando pides otro café.
También me parto de risa —de esa risa que te deja sin aire— cuando alguno quiere discutir conmigo y lo hace, de política y de lengua. ¡Discuten como si supieran algo! No entienden que la política, si no sirve para ayudar al pueblo, no sirve para nada. Que el poder no es para someter, sino para servir. Yo los oigo, tan encendidos, tan indignados, tan "enterados", y pienso: “Ay, criatura… qué joven eres aún para creer que los gritos convierten la razón en verdad.” Y el insulto es su única arma y respuesta. Y me río. Me río con esa superioridad tranquila que te da haber visto muchas vueltas del mismo carrusel, lleno de vanidades y pocas verdades, solo intereses personales y algunas veces no tan legítimos como aparentan.
A veces me recomiendan que me retire del mundanal ruido, que viva como un eremita, sereno, silencioso, contemplativo. Yo lo intento, lo juro: me siento en la silla, cierro los ojos, tomo aire… y a los treinta segundos me acuerdo de un viaje, de un deseo, de un abrazo pendiente o de un antojo. Mi vocación de ermitaño dura lo mismo que un cubito de hielo en agosto.
La verdad es que sigo gozando de la vida y del amor como un mozalbete con mala idea. No tengo edad mental: tengo intención, que es más peligrosa. Si quiero viajar, viajo. Si quiero amar, amo. Y si quiero reírme, me descosan las costillas. Porque he aprendido que la risa es la única vitamina que no necesita receta y que no caduca.
Y sobre mi pareja, doce años menor… Pues mira, si se ríe de mí, que siga. Que la risa rejuvenece, y así nos equilibramos. A veces la veo mirarme como quien observa un milagro científico: “¿Pero este hombre de dónde saca tanta energía?”. Fácil: de no perder el tiempo tratando de aparentar la edad que tengo. ¡Qué aburrimiento sería! Yo aparento la que me da la gana.
Lo que sí tengo claro es que a mi edad ya no se viene a complacer al tiempo. Bastante me ha mandado ya. Ahora voy yo por delante, marcando el paso, y el tiempo que me siga si quiere. Si no, peor para él.
Y así vivo: filosófico, gamberro, un poco caradura, un mucho agradecido. Con la tranquilidad del que sabe que aún le quedan ganas. Con la libertad del que ya no le debe explicaciones a nadie. Y con la picardía del que tiene clarísimo que, mientras haya chispa, este relato no se termina ni a empujones.

02/12/2025

Lengua y identidad: por qué muchos decimos con claridad que somos baleares, no catalanes
En Baleares, el debate sobre cómo debe llamarse nuestra habla no es nuevo, pero sí cada vez más intenso. Y no es casualidad. Una parte importante de la ciudadanía siente —y lo expresa sin complejos— que somos baleares, no catalanes, y que nuestra manera de hablar, de nombrar y de sentir la lengua forma parte de un patrimonio cultural propio que no necesita tutelas ajenas.
Esta postura no nace de un rechazo al catalán como lengua, ni de ignorancia, ni de provincianismo. Nace de la vivencia. De siglos de historia local. De una forma de hablar que ha evolucionado en nuestras islas al margen de cualquier uniformidad peninsular. Una lengua con sonidos propios, vocablos únicos, giros que no se explican desde ninguna gramática catalana y que, sin embargo, cualquiera en Mallorca, Menorca, Ibiza o Formentera reconoce como parte de sí mismo.
Por eso existe una Real Academia de la Lengua Balear, por eso hay una gramática balear, y por eso tanta gente reclama que el nombre de nuestra habla sea coherente con nuestra identidad. No se trata de levantar muros: se trata de llamar a las cosas por su nombre.
La pregunta es:
¿Por qué, entonces, cuesta tanto unirnos alrededor de este proyecto común?
Porque, en realidad, estamos divididos por factores que van más allá de la lengua:
● Intereses políticos:
Hay fuerzas que viven mejor en la confusión. Les conviene mantener a Baleares en un eterno debate nominal que nunca se resuelve, porque así pueden manipular sentimientos, desviar la atención y dividir voluntades. Una comunidad fragmentada es más manejable que un pueblo que tiene claro lo que es.
● Protagonismos personales:
Cada grupo quiere ser el abanderado exclusivo de la autenticidad balear. Cada cual impulsa “su” modelo, “su” doctrina, “su” forma de entender la lengua. Y en lugar de sumar, restamos.
● Individualismo cultural:
A veces ponemos por delante el ego, la ocurrencia o la bandera particular, en lugar de la construcción colectiva de una identidad compartida.
● Un falso sentimiento de balearidad:
Muchos dicen defender lo balear, pero no se comprometen con una estructura común, ni con una gramática sólida, ni con las instituciones que ya existen para preservar nuestra habla.
Y, sin embargo, la solución es evidente:
un frente común, sólido, moderno y valiente que defienda lo que somos, sin complejos.
Si realmente creemos que nuestra habla es balear —no catalana—, si creemos en nuestro patrimonio lingüístico y cultural, entonces debemos dejar a un lado los reinos de taifas y apostar sin miedo por un consenso en torno a una normativa propia, prestigiosa y coherente.
Porque una lengua que se quiere viva no se protege fragmentándola, sino fortaleciéndola.
Y Baleares, si quiere defender su voz, debe hacerlo unida y sin pedir permiso.

30/11/2025

La Aemet avisa que pueden caer hasta 20 litros de agua en una hora. Un nuevo frente frío llega a Mallorca este domingo, 30 de noviembre, y la delegación territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Baleares ha informado que será especialmente activo en la Serra de Tramuntana, el ...

30/11/2025

TRADUCIDO, NO CON LA GRAMATICA BALEAR. Llengua i identitat: per què molts deim amb claredat que som balears, no catalans
A Balears, es debat sobre com ha de cridar-se nostra parla no és nou, però sí de cada vegada més intens. I no és casualitat. Una part important de sa ciutadania sent —i ho expressa sense complexos— que som balears, no catalans, i que sa nostra manera de xerrar, de nomenar i de sentir sa llengua forma part d'un patrimoni cultural propi que no necessita tuteles estranyes.
Aquesta postura no neix d'un rebuig an es català com a llengua, ni d'ignorància, ni de provincianisme. Neix de sa vivència. De segles d'història local. D'una forma de xerrar que ha evolucionat a ses nostres illes an es marge de qualsevol uniformitat peninsular. Una llengua amb sons propis, mots únics, girs que no s'expliquen des de cap gramàtica catalana i que, en canvi, qualsevol a Mallorca, Menorca, Eivissa o Formentera reconeix com a part de si mateix.
Per això existeix una Real Acadèmia de sa Llengua Balear, per això hi ha una gramàtica balear, i per això tanta de gent reclama que es nom de sa nostra parla sigui coherent amb sa nostra identitat. No se tracta d'aixecar murs: se tracta de cridar a ses coses pes seu nom.
Sa pregunta és:
¿Per què, llavors, costa tant unir-mos a l'entorn d'aquest projecte comú?
Perquè, en realitat, estam dividits per factors que van més enllà de sa llengua:
● Interessos polítics:
Hi ha forces que viuen millor a sa confusió. Els convé mantenir a Balears en un etern debat nominal que mai se resol, perquè així poden manyuclar sentiments, desviar s'atenció i dividir voluntats. Una comunitat fragmentada és més manejable que un poble que té clar lo que és.
● Protagonismes personals:
Cada grup vol esser s'abanderat exclusiu de s'autenticitat balear. Cadascú impulsa “es seu” model, “sa seva” doctrina, “sa seva” forma d'entendre sa llengua. I en lloc de sumar, restam.
● Individualisme cultural:
A vegades posam per davant s'ego, s'ocurrència o sa bandera particular, en lloc de sa construcció col·lectiva d'una identitat compartida.
● Un fals sentiment de balearidad:
Molts diuen defensar lo balear, però no se comprometen amb una estructura comuna, ni amb una gramàtica sòlida, ni amb ses institucions que ja existeixen per preservar sa nostra parla.
I, en canvi, sa solució és evident:
un front comú, sòlid, modern i valent que defensi lo que som, sense complexos.
Si realment creim que sa nostra parla és balear —no catalana—, si creim en es nostro patrimoni lingüístic i cultural, llavors hem de deixar un costat es regnes de taifas i posar messions sense por per un consens entorn d'una normativa pròpia, prestigiosa i coherent.
Perquè una llengua que se vol visqui no se protegeix fragmentant-la, sinó enfortint-la.
I Balears, si vol defensar sa seva veu, ha de fer-ho unida i sense demanar permís.

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