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La Vida Biloba Entre los mejores programas ¡Gracias!. Salud y Saber para vivir más y mejor. Dra. Nuria Lorite Ayan

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Historia de un día de Reyes

A primeros del año 1993, tuve una reunión en una empresa que buscaba alguien para realizar programas de radio sobre temas de salud, cuidado, consejos en relación con la medicina natural. Recuerdo aquella reunión, sentada en un sillón frente a una mesa que me parecía enorme, y mucho más grande el despacho. Como el salón de mi casa, pensé. Al otro lado de la mesa, llena de papeles y objetos de estos tontos que se tienen en las mesas para deslumbrar al que le gusten, me hablaba la persona que me estaba proponiendo el trabajo. Acepté.

Yo llevaba muchos años escribiendo y publicando, siempre me gustó contar cómo funciona todo, e investigar, aprender y contarlo. Quizá es así de simple. Y lo que más me gusta, si se puede decir así, es que me entiendan, pues sino... para eso, hablo sola, en mi jerga científica.

El primer programa fue en la COPE, con José María Alfageme, un grande de los medios en España. Recuerdo perfectamente el color de las paredes, la ventana detrás de donde estaba el control, los auriculares, la luz roja... Yo me había preparado muy pero que muy bien aquel programa, sabía más o menos lo que me iban a preguntar y me llevé una chuleta escrita con subrayados como si fueran unos apuntes para que no se me olvidara nada. Lo cierto es que estaba de los nervios, temía algo que no había temido nunca: quedarme en blanco.

Alfageme muy ducho en estos menesteres, al verme novata y nerviosa, me dijo: “No te preocupes doctora, no piensen que hay cinco millones de personas escuchándote”. Casi me da algo, pero por respeto, no me desmayé. Ahí me agarré el estómago, traté de silenciar mi corazón que era lo único que escuchaba, y empezó todo. El primer programa lo hicimos grabado, por si acaso salía mal. Pero, ay amigos... fue genial. Fue como magia... se encendió la luz roja y yo me vine arriba, llena de seguridad, pensando en la responsabilidad de hablarle a esos supuestos cinco millones de personas. Veía sus caras, y les miraba a unos ojos inexistentes, con mi voz, quería llegar a ellos.