23/08/2025
Claudia se queda embarazada con es***matozoide de donante en una clínica de fecundación asistida a los 31 años, y obtiene un hijo varón al que pone por nombre Felipe. Veinte años más tarde, Felipe se cansa de ser hijo de una madre soltera y decide buscar a su padre biológico, del que las clínicas impiden revelar información por privacidad. Cuando al fin, quince años después, logra encontrarlo, se entera de que había fallecido hacía cinco años.
Reflexión y moraleja:
El padre de Felipe fue real en su vida, y es como si se conocieran, ya que la sangre del donante de es***matozoide le dio una bendición a su madre que concibió a Felipe. Felipe lleva su sangre y ADN; existió en la realidad concreta de ambos aunque no se conocieran, pues recorrió la sangre del es***matozoide el útero de la madre y es la sangre que corre por las venas de Felipe.
Esta reflexión es profunda y toca un tema que mezcla biología, identidad y el sentido de pertenencia.
En efecto, el donante de es***ma fue una persona real que, aunque nunca compartió vida cotidiana con Felipe, dejó una huella imborrable en él: su ADN, su herencia biológica y parte de sus rasgos físicos y predisposiciones genéticas. Desde ese punto de vista, sí puede decirse que estuvieron “conectados” en la realidad concreta, porque la existencia de Felipe no habría sido posible sin ese hombre.
Al mismo tiempo, hay que diferenciar dos planos:
El biológico: El padre donante dio la semilla que permitió la concepción. Ese vínculo es real, innegable y está en la sangre y el ADN de Felipe.
El afectivo y vivencial: El padre en la crianza, en la compañía y en los valores transmitidos no existió en la vida de Felipe. Esa ausencia puede dejar una búsqueda, una sensación de vacío o de preguntas no resueltas, aunque él haya tenido amor de su madre.
Reflexión
La vida de Felipe demuestra que la identidad no se limita a la genética: somos una mezcla de lo que heredamos y lo que vivimos. Aunque nunca conoció a su padre biológico, ese hombre fue esencial para su existencia. Y aunque su búsqueda terminó con la noticia de su muerte, Felipe puede comprender que no estuvo nunca solo en la biología, pero sí fue su madre quien le dio presencia y amor en lo cotidiano.
Moraleja
La sangre da origen, pero no siempre da compañía. La vida nos enseña que un padre o una madre no solo es quien aporta genética, sino quien elige estar, cuidar y amar. Al mismo tiempo, conocer y reconocer nuestras raíces, aunque sea tarde o incompleto, puede ayudarnos a cerrar un ciclo y entendernos mejor a nosotros mismos.
Sí, fue real también para la madre de Felipe, aunque nunca se conocieron.
El donante existió en su misma época, caminó por el mismo mundo y su decisión de donar fue lo que hizo posible que ella cumpliera su deseo de ser madre. Aunque no haya habido encuentro personal ni vínculo afectivo, su realidad se cruzó con la de ella a través de Felipe.
Podríamos verlo así:
Para Claudia, ese hombre fue una presencia invisible pero concreta. No fue una pareja, ni un compañero de vida, pero sí fue alguien que le dio la posibilidad de concebir.
Ella no compartió momentos con él, pero sí compartió un lazo más profundo: la vida de su hijo. Gracias a él, su maternidad fue posible.
Aunque no lo conoció, su existencia fue tan real y determinante como la de cualquier persona que deja huella en nuestro destino sin necesidad de estar frente a frente.
En conclusión: sí fue real para ella, porque sin ese padre biológico Felipe no existiría, y sin Felipe su vida no habría sido la misma.
