Revista Velezana

Revista Velezana Esta es la página de la Revista Velezana , donde podrás seguir toda nuestra actividad y noticias sobre nuestras publicaciones Hacia 1978-79, José D.

Lentisco halló un documento muy especial para Vélez Rubio: Memoria de las célebres fiestas que hizo la villa de Vélez Rubio con motivo de la inauguración del nuevo templo parroquia, 1769, escrito por el cura ilustrado Antonio José Navarro. Su publicación constituyó el primer número de Revista Velezana: octubre de 1982. Sin plan previo, sin estudio, sin organización, sólo un impulso personal, una i

nquietud cultural, un sentimiento local, una pasión por el papel impreso. Nadie, ni los más optimistas, podíamos imaginar entonces la envergadura, trascendencia e importancia de aquella modesta iniciativa.

12/10/2025
PINTURAS RUPESTRES DE LOS VÉLEZREVISTA VELEZANA, 26 (2007)Visitas y testimonios de sus descubridores, estudiosos, visita...
10/10/2025

PINTURAS RUPESTRES DE LOS VÉLEZ

REVISTA VELEZANA, 26 (2007)

Visitas y testimonios de sus descubridores, estudiosos, visitantes o divulgadores entre 1868 y 1953, desde la primera noticia escrita sobre la existencia e importancia de pinturas en la Cueva de los Letreros por el anticuario Manuel GÓNGORA Y MARTÍNEZ (1868) hasta Antonio ARRIBAS PALAU (1953), pasando por Blas SEGOVIA NAVARRO (1872); Juan RUBIO DE LA SERNA DE FALCES Y PELEGERO (1900), Fernando PALANQUES AYÉN (1909), Federico de MOTOS FERNÁNDEZ (1914); Enrique de AGUILERA Y GAMBOA, Marqués de Cerralbo (1915); el abate Henry BREUIL (1911, 1915 y 1924) y Juan CUADRADO RUIZ (1950).

Visitantes junto a la primera verja de protección de la Cueva de los Letreros. Década de los 50.

“Fue el mes de marzo de 1912, acompañado de M. Luis Siret y de Juan Cabré, éste como fotógrafo, cuando llegué a Vélez-Blanco, pintoresco pueblecito situado a seis horas de coche de la estación de Lorca, y escondido entre las montañas del Maimón, del Gigante y de la Muela de Montalviche. Gracias a la consagrada colaboración de don Federico de Motos, muy interesado a los vestigios en todo lo concerniente a los vestigios arqueológicos de esta región, me fue fácil encontrar la cueva de los Letreros, conocida en todo el mundo, y situada a unos centenares de metros sobre la carretera de Vélez-Blanco a Vélez-Rubio. Tendré oportunidad, en otros trabajos, de dar a conocer otra serie de pinturas rupestres esquemáticas que mi colaborador ha descubierto y yo he estudiado en los años siguientes, sea en el Maimón o en la Sierra de María, sea en otros puntos más alejados. Me limitaré hoy a la cueva de los Letreros, descubierta y publicada por primera vez por Góngora.

La cueva de los Letreros es un abrigo rocoso orientado al Noroeste, de 25 metros de larga, alrededor de unos 6 metros de profundidad y de una altura, en el centro, de 8 a 10 metros. Se abre en la parte baja del flanco oriental, muy abrupto, del cerro del Maimón, pirámide calcárea del jurásico, muy compacto y completamente denudada. Se llega fácilmente allí siguiendo hasta el pie del abrigo un sendero que bordea al pie del escarpado, dejando entre él y la carretera una suave pendiente de antiguos derrumbes recubiertos por una agradable vegetación de gramíneas y de romeros. La altitud del abrigo puede tener unos 50 metros por encima de la carretera y unos 20 por encima del sendero. Es preciso escalar este último trepando por los derrumbes de piedras sueltas y entre las rocas fuertemente escarpadas. De esta forma se puede subir allí por la extremidad meridional; las otras faldas son casi inaccesibles desde abajo. El suelo muy irregular y resbaladizo debido a la pulimentación de las superficies por lo frecuentado, antigua y modernamente, de personas y rebaños, sube virando de izquierda a derecha, y no presenta ningún relleno antiguo. El origen del abrigo se debe al derrumbamiento de una masa rocosa aislada entre dos grietas de fallas oblicuas. Hacia la izquierda las paredes de la falla superior forman anchos paneles desplomados, o unidos, donde se encuentran los principales conjuntos pictográficos, bien conservados a pesar del poco avance de la cubierta del abrigo de este lado; hacia la derecha, una gruesa masa rocosa protege mucho mejor la cavidad, pero su superficie irregular se presta mucho menos a la ejecución de frescos; sin embargo, allí se encuentran también pequeños paneles, así como varios salientes rocosos del suelo”.

“Las pinturas rupestres de la Cueva de los Letreros. Vélez-Blanco (Almería)”, por H. Breuil, en Las pinturas rupestres esquemáticas de España. Los descubrimientos antiguos. Barcelona, 1924.
Revista Velezana, 26 (2007).

Al reclamo de la plata de Almagrera, una legión de pequeños capitalistas foráneos se abalanzará sobre este territorio de...
08/10/2025

Al reclamo de la plata de Almagrera, una legión de pequeños capitalistas foráneos se abalanzará sobre este territorio del Levante almeriense con objeto de sacar tajada de lo que prometía ser uno de los negocios más lucrativos de la historia de España. Comerciantes y propietarios agrícolas deciden aproximarse a aquellos agrestes y accidentados barrancos en busca de rentables inversiones. Entre estos últimos, destacarán los Fernández Manchón, una familia velezana que supo prosperar -y de qué manera- en el competitivo ámbito de la Sierra Almagrera de mediados del XIX.

El abogado velezano Diego Fernández Manchón hacia 1870. (Foto José Rodrigo / Col. Francisco A. de Casanova Martínez)

Atanasio Fernández Manchón hacia 1865. (Foto J. Albiñana / Col. Manrique García Flores)

La intensidad de sus operaciones empresariales y comerciales, en progresivo aumento desde la lejana década de 1840; la crecida cifra de relaciones que las protagonizan y el éxito de todos su negocios situarán a los Manchones en una posición de privilegio en las compartimentadas sociedades cuevana y velezana. Pero el hecho de haber fijado su residencia en la localidad levantina, supuso una plena integración de los hermanos en su entramado social, siendo aquí donde la siguiente generación –Fernández Sánchez y Fernández Pérez- consoliden su posición e influencia, aunque bien es verdad que en este nuevo período se atisbarán en el horizonte los nubarrones de una crisis económica en ciernes.

A unos padres avezados, emprendedores y trajinates sucederán unos vástagos acomodados en sus profesiones liberales que se dedicarán a la exclusiva administración de los bienes heredados, desmontando, nada más morir Diego, ese complejo entramado comercial y patrimonial que levantó con tanto tesón. De los cuatro hijos que le sobrevivieron, los tres varones –Diego Máximo, Silvestre y Félix- siguieron los pasos académicos de su padre y terminaron la carrera de leyes, ejerciendo como abogados los dos primeros y ganando una plaza de notario el tercero; con ello se cumplía con una de las convicciones más generalizadas de estas familias adineradas del XIX, que consideraban la abogacía una opción profesional prestigiosa y práctica.

También supieron, como era habitual entre los miembros de aquella clase enriquecida, promover uniones matrimoniales fundamentadas en el incremento del capital y patrimonio familiares, de ahí que el primogénito Diego Máximo se casara con su prima-hermana, Eugenia Fernández Pérez, hija de Atanasio; a estos esponsales endogámicos se unieron otros que exigían el mismo origen social de los contrayentes, tal y como ocurrió con Félix que celebró nupcias con Dolores Portal y Sola, de la burguesía madrileña, quien aportaría al matrimonio una dote valorada en 39.443 pesetas de 1883; o el matrimonio habido entre la única hija de Diego, Jerónima, y el rico comerciante cuevano Antonio Bravo Pascual, miembro además de una de esas familias pujantes de la Cuevas decimonónica.

A la muerte de Diego Fernández Manchón, un 14 de febrero de 1878, su capital se dividirá, sus negocios se desvanecerán, pero la influencia y posicionamiento de la familia se acrecentará a medida que sus descendientes ocupen estratégicos espacios sociales y profesionales. Aunque será un espejismo, porque ese aumento de la apariencia en detrimento de la solidez económica, propiciará, ya en la tercera generación el agotamiento del patrimonio familiar y el final de su supremacía social.
Enrique Fernández Bolea.
Revista Velezana 26 (2007)

El próximo sábado (11 de octubre) tenemos una nueva cita de REVISTA VELEZANA con TABERNO, a las 5 de la tarde en el saló...
06/10/2025

El próximo sábado (11 de octubre) tenemos una nueva cita de REVISTA VELEZANA con TABERNO, a las 5 de la tarde en el salón de actos del Ayuntamiento. Un buen momento para hacer un reconocimiento al trabajo y entrega de Domingo Sánchez Guirao, alcalde durante años de Taberno.

Con el inicio del otoño iniciamos la divulgación de REVISTA VELEZANA 43 (2025) por las capitales cercanas. En este ocasi...
22/09/2025

Con el inicio del otoño iniciamos la divulgación de REVISTA VELEZANA 43 (2025) por las capitales cercanas. En este ocasión, la primera, GRANADA, el próximo viernes, 26 de septiembre, a las 7 de la tarde, en la Casa de los Pisa ( Museo San Juan de Dios, junto a Plaza Nueva). Te esperamos y confiamos en que divulgues el acto entre tus conocidos, familia o amigos de Granada.

20/09/2025

Entre el botín de guerra que el I marqués de los Vélez se llevó de Orihuela en septiembre de 1521, destacaron cuatro piezas de artillería, una media culebrina extraordinaria, un sacre y dos falconetes; los estandartes de las sepulturas de los caballeros que había en los templos de la ciudad; el pendón municipal, "El Oriol", y probablemente diversos objetos religiosos de gran valor que había en las principales parroquias oriolanas. El historiador Dietmar Roth en la Revista Velezana N° 43 (2025), en su artículo que describe el castillo de Vélez Blanco del Marquesado de los Vélez, señala que entre los objetos religiosos había en dicho castillo, destacaba "una imaren de oro de la Virgen de Montserrat". Cabe preguntarse si esta imagen guarda relación con el Saqueo de Orihuela de 1521.

Carlos Fernández está en Vélez-Rubio, Andalucía.La vida en la frontera nazarí, durante el turbulento siglo XV, hace homb...
07/09/2025

Carlos Fernández está en Vélez-Rubio, Andalucía.

La vida en la frontera nazarí, durante el turbulento siglo XV, hace hombres duros y despiertos por necesidad, hombres como el protagonista de Akhar Sakin. El último habitante, de Antonio Martínez Egea
En esta historia, ágil y apasionante desde su arranque, asistimos a las décadas finales del mundo musulmán en las montañas almerienses que lindan con Murcia, siempre desde la perspectiva de Ali, natural Velad-Al-Hamar, quien trata de ganarse la vida de la mejor manera posible, sin dejar de luchar, por todos los medios, no solo las armas, por su pueblo, su cultura y su forma de vida, contra el reloj de la historia
En la trama tenemos los ingredientes de las mejores novelas del género histórico: intriga, guerra, subterfugios, traiciones y amor, lo que resulta en una gran novela, disfrutable para legos en ese periodo histórico tanto como para duchos en el mismo

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