10/10/2025
PINTURAS RUPESTRES DE LOS VÉLEZ
REVISTA VELEZANA, 26 (2007)
Visitas y testimonios de sus descubridores, estudiosos, visitantes o divulgadores entre 1868 y 1953, desde la primera noticia escrita sobre la existencia e importancia de pinturas en la Cueva de los Letreros por el anticuario Manuel GÓNGORA Y MARTÍNEZ (1868) hasta Antonio ARRIBAS PALAU (1953), pasando por Blas SEGOVIA NAVARRO (1872); Juan RUBIO DE LA SERNA DE FALCES Y PELEGERO (1900), Fernando PALANQUES AYÉN (1909), Federico de MOTOS FERNÁNDEZ (1914); Enrique de AGUILERA Y GAMBOA, Marqués de Cerralbo (1915); el abate Henry BREUIL (1911, 1915 y 1924) y Juan CUADRADO RUIZ (1950).
Visitantes junto a la primera verja de protección de la Cueva de los Letreros. Década de los 50.
“Fue el mes de marzo de 1912, acompañado de M. Luis Siret y de Juan Cabré, éste como fotógrafo, cuando llegué a Vélez-Blanco, pintoresco pueblecito situado a seis horas de coche de la estación de Lorca, y escondido entre las montañas del Maimón, del Gigante y de la Muela de Montalviche. Gracias a la consagrada colaboración de don Federico de Motos, muy interesado a los vestigios en todo lo concerniente a los vestigios arqueológicos de esta región, me fue fácil encontrar la cueva de los Letreros, conocida en todo el mundo, y situada a unos centenares de metros sobre la carretera de Vélez-Blanco a Vélez-Rubio. Tendré oportunidad, en otros trabajos, de dar a conocer otra serie de pinturas rupestres esquemáticas que mi colaborador ha descubierto y yo he estudiado en los años siguientes, sea en el Maimón o en la Sierra de María, sea en otros puntos más alejados. Me limitaré hoy a la cueva de los Letreros, descubierta y publicada por primera vez por Góngora.
La cueva de los Letreros es un abrigo rocoso orientado al Noroeste, de 25 metros de larga, alrededor de unos 6 metros de profundidad y de una altura, en el centro, de 8 a 10 metros. Se abre en la parte baja del flanco oriental, muy abrupto, del cerro del Maimón, pirámide calcárea del jurásico, muy compacto y completamente denudada. Se llega fácilmente allí siguiendo hasta el pie del abrigo un sendero que bordea al pie del escarpado, dejando entre él y la carretera una suave pendiente de antiguos derrumbes recubiertos por una agradable vegetación de gramíneas y de romeros. La altitud del abrigo puede tener unos 50 metros por encima de la carretera y unos 20 por encima del sendero. Es preciso escalar este último trepando por los derrumbes de piedras sueltas y entre las rocas fuertemente escarpadas. De esta forma se puede subir allí por la extremidad meridional; las otras faldas son casi inaccesibles desde abajo. El suelo muy irregular y resbaladizo debido a la pulimentación de las superficies por lo frecuentado, antigua y modernamente, de personas y rebaños, sube virando de izquierda a derecha, y no presenta ningún relleno antiguo. El origen del abrigo se debe al derrumbamiento de una masa rocosa aislada entre dos grietas de fallas oblicuas. Hacia la izquierda las paredes de la falla superior forman anchos paneles desplomados, o unidos, donde se encuentran los principales conjuntos pictográficos, bien conservados a pesar del poco avance de la cubierta del abrigo de este lado; hacia la derecha, una gruesa masa rocosa protege mucho mejor la cavidad, pero su superficie irregular se presta mucho menos a la ejecución de frescos; sin embargo, allí se encuentran también pequeños paneles, así como varios salientes rocosos del suelo”.
“Las pinturas rupestres de la Cueva de los Letreros. Vélez-Blanco (Almería)”, por H. Breuil, en Las pinturas rupestres esquemáticas de España. Los descubrimientos antiguos. Barcelona, 1924.
Revista Velezana, 26 (2007).