17/06/2025
Antes de que el mundo conociera a El Chavo del 8, hubo una mujer que creyó en Roberto Gómez Bolaños cuando no era más que un empleado de fábrica con sueños imposibles.
Su nombre era Graciela. Su primer amor. Su primera esposa. La mujer que lo impulsó a dejar su trabajo y lanzarse a escribir, cuando eso parecía una locura.
Según la nueva serie Chespirito, fue ella quien lo animó a perseguir ese sueño. Estuvo a su lado cuando no tenía nada. Se jugó todo por un hombre que solo tenía un lápiz y sus ideas. Y en gran parte, si hoy el mundo conoció al Chavo, fue gracias a ella.
En la serie, hay una escena desgarradora donde Graciela le dice:
"No te pido nada, solo no me rompas el corazón."
Y Roberto le responde: "Cuidaré tu corazón."
Pero la historia no tuvo un final feliz.
Poco después, ya convertido en estrella, Chespirito empezó a enamorar en secreto a Florinda Meza, quien en ese momento estaba comprometida con el productor Enrique Segoviano (sí, se ve el anillo en la serie).
Roberto, casado, con seis hijos y 20 años mayor que Florinda, se apresuró a conquistarla, temiendo que se casara con otro. Usó el argumento de que su matrimonio con Graciela ya estaba distante.
La infidelidad apagó lo que quedaba de su matrimonio. Tras 21 años juntos, Roberto y Graciela se divorciaron.
Y aquí viene lo que más duele: Graciela nunca habló mal de él. Nunca lo demandó, nunca hizo un escándalo. Se quedó en silencio, cuidando a sus hijos. Protegiendo la imagen del hombre al que tanto amó, incluso cuando él la traicionó.
En su propia biografía, Chespirito confiesa que se sintió culpable toda la vida por lo que le hizo a Graciela.
Ella fue la del proceso, la que estuvo cuando nadie aplaudía, la que creyó en el hombre antes que en el personaje.
Graciela falleció en 2013, a los 83 años. Chespirito se fue solo un año después.
A veces me gusta pensar que allá arriba, Roberto fue a buscarla. Y tal vez, en ese cielo donde ya no pesan los errores, pudo pedirle perdón de verdad.