04/10/2025
🌧 AYUTLA 20 años después del huracán Stan
La costa sur de Guatemala y México nunca volvió a ser la misma después de aquel octubre de 2005. El cielo se abrio durante días y las lluvias no daban tregua. No era un ciclón más. Era el huracán Stan, un fenómeno que no solo azotó con viento y agua, sino con miedo, pérdidas y una herida profunda en la historia de la ciudad y su gente.
Las primeras señales llegaron con los ríos... Cabus, Naranjo y Suchiate… comenzaron a crecer de forma inusual, como si la tierra estuviera gritando desde dentro.
Las lluvias no cesaban, y con cada hora que pasaba, los cauces rompían márgenes, arrasaban con caminos, y sepultaban bajo el lodo las historias de cientos de familias.
En las colonias bajas, muchas personas apenas alcanzaron a salir con lo puesto. En minutos, casas enteras desaparecieron bajo el agua. El lodo lo cubría todo. Calles, muebles, recuerdos. Los puentes colapsaron. Ocos y Ayutla quedaron incomunicados. Desde la zona alta hasta la frontera, la desesperación era la misma.
Muchos recuerdan el sonido de las ambulancias intentando llegar a las comunidades aisladas, mientras los radios comunitarios no dejaban de emitir llamados de auxilio. Las imágenes eran desoladoras: familias en los techos, niños cubiertos de barro, ancianos llorando junto a lo poco que les quedó. La tragedia no distinguió barrios ni apellidos.
La ayuda llegó… pero también la incertidumbre. Hubo albergues improvisados, comida racionada, noches enteras con la mirada fija en el cielo.
La ciudad, un caos de escombros y angustia, se convirtió en un campo de resistencia. No faltó la solidaridad, ni la fuerza para volver a empezar, aunque las promesas de reconstrucción muchas veces no llegaron a donde más se necesitaban.
Veinte años después, La zona costera de san marcos sigue recordando. No por nostalgia, sino porque el Stan dejó algo más que destrucción: dejó una conciencia. Nos enseñó la fragilidad del suelo que pisamos, la urgencia de prepararnos, la necesidad de cuidar nuestros ríos, nuestros bosques y nuestras colonias.
Hoy, cuando cae una lluvia fuerte, muchos encienden una vela o miran al cielo con el corazón en la garganta. Pero también hay quienes plantan árboles, organizan comités, exigen obras y alzan la voz para que esa historia no se repita.
La memoria de Stan vive en cada calle reconstruida, en cada hogar levantado desde cero, en cada madre que aún recuerda la noche en que todo cambió.
Stan no solo fue un huracán. Fue una prueba.